… las revoluciones proletarias se critican constantemente a sí mismas,
se interrumpen continuamente en su propia marcha,
vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo,
se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones,
de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos,
parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra
nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas,
retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de
sus propios fines, hasta que se crea una situación
que no permite volverse atrás y las circunstancias gritan:
Hic Rhodus, hic salta!
¡Aquí está la rosa, baila aquí!

K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte

 

(Editorial Año XXVII – número 29 – invierno 2018)

 

I

Un fantasma recorre esta bendita tierra austral: el fantasma de Diciembre. Suficiente es que  quienes detentan el poder den un paso en falso para que el espectro del 2001 retorne entre  nuestras ropas, desempolve viejos recuerdos de aquellas históricas jornadas y ajuste los  cordones de nuestros resecos zapatos para regresar a tomar la calle. QSVT es el idioma decembrista, el abecedario de su idiosincrasia política. Su fuerza y su alcance. Su impulso y su horizonte.

Pero si el final es en donde partir (como canta La Renga… pero bien podría haberlo escrito Hegel), diremos que la potencia de insubordinación decembrista es la mitad llena del vaso. Porque la evocación de este espíritu desobediente no sólo repite el planteo de sus problemas sino también la constancia de sus soluciones. Si al final del camino nos encontramos con resoluciones capitalistas, es que elpunto de partida fueron demandas capitalistas. Es que Diciembre es  tanto sus potencias como sus límites.

Potencia de inquietar la democracia representativa burguesa, de ocupar el espacio público cuando las decisiones de lxs representantes se consideran contrarias a los intereses o deseos propios, a veces de las minorías, a veces de las mayorías. La democracia representativa no se ejercita solamente con el voto, se tensiona en las afueras del Congreso, de la Casa Rosada, etc. Si no me gusta, ocupo. Si no acuerdo, protesto…

Pero esta potencia es la manifestación, al mismo tiempo, de su límite. La acción de protesta es una re-acción, una pasión. Y de las pasiones sabemos, desde Spinoza al menos, que hay algunas alegres y otras tristes. Las primeras incrementan nuestro hacer-pensar. Las segundas, lo empequeñecen y seguimos a merced de la decisión ajena. Entonces la cuestión se mueve para preguntar qué tipo de re-acción, pasión decembrista, acontece cuando lxs representantes ejecutan sin disimulo la parcialidad de sus decisiones ¿Qué pasión predomina, la tristeza o la alegría? El fantasma encarnado, su esencia vociferada fue y es el que-se-vayan-todos-que-no-quede-ni-uno-solo. Su mayor apuesta, una negación absoluta… Y si bien, siguiendo nueva y oblicuamente a Spinoza, toda afirmación implica una negación, diremos que no toda negación afirma, no toda crítica revierte en una apuesta, en una posición instituyente. El QSVT no cuestionó la representación política sino a lxs representantes de turno. Y ni siquiera. Muchxs de lxs que habían sido repudiadxs, escrachadxs, etc., volvieron al ruedo un poquito después… Y menos que menos cuestionó el motorcito de nuestra vida cotidiana, de la reproducción de la sociedad como tal: la relación social capitalista y patriarcal. De esta manera, notamos cómo la potencia también exhibe su límite. Un grito de insubordinación, sí. Pero para que todo se ordene, para que las cosas vuelvan a su curso de normalidad… capitalista. Trabajo asalariado y  representantes que gobiernen (ahora, correctamente) sin la deliberación de sus votantes, como reza la Constitución Nacional. ¿Qué tipo de pasión predomina? La tristeza, sin dudas.

Volvió a pasar hace unos meses, diciembre del ’17, en las jornadas de lucha contra la nueva ley previsional. Pasó otra vez hace unas semanas, cuando Mauricio Macri acudió al FMI y su imagen siguió tropezando escalera abajo a la misma velocidad con la que el dólar subía (y sube). Las redes de comunicación atestiguaron el retorno fantasmático circulando tapas de diarios de los  momentos previos a la caída de De la Rúa, memes en las que se ve a un felino con la cara presidencial huyendo en helicópteros y así… Ya pasó. Puede volver a pasar. Muchxs se frotan la manos, se palmean como diciéndose «yo te avisé, no había que votarlo…» Y como si fuese una prístina concatenación lógica, nos dicen: si Macri fue el retorno al neoliberalismo de la década de los ’90, entonces lo que le sigue es el estallido dosmilyunesco. Tanta repetición cíclica, lejos de marear, a muchxs lxs excita. Creen presentir lo que viene, lo que vuelve.

De manera que captado en su totalidad, en su repetición completa, diremos que un acontecimiento que se reitera tanto en su insubordinación como en su conclusión gatopardista se codea más con la farsa que con el drama, más con la parodia que con la tragedia. Es decir, se muestra  como lo que es: la restauración y conservación del orden de cosas. Lo que cambia para que nada cambie. Diciembre de 2001 se ha tornado un espíritu de pesantez, se ha sumado, más temprano que tarde, a la larga y pesada tradición de muerte que oprime el cerebro de los vivos.

Por eso no importa lo que pensemos sobre lo que «realmente» sucedió en esos días. Si fue una revuelta de la pequeña burguesía y lxs obrerxs mejor calificadxs con el horizonte de una representación política «mejor»; si fue el punto máximo del nihilismo que engendró el neoliberalismo, el resultado fatal de esa trituradora de solidaridad y de encumbramiento del individualismo que fueron los años ’90; si fue la rabia emancipatoria que siempre está, aunque apaleada, en el fondo de no sabemos quienes; si la toma de las calles fue un fenómeno de la inserción real de Argentina en el mercado mundial de acuerdo a su capacidad efectiva de  valorizar el capital… No importa. O mejor dicho, ahora no nos importa eso [1]. Nos importan sus consecuencias, sus efectos. Nos importan las marcas que dejó para el hacer y el pensar político vernáculo.

Porque tan innegable es que la representación política estatal, burguesa renació entre los gritos  del QSVT con una fortaleza inapelable como decir que, frente a un desacuerdo ante el accionar del gobierno de turno, ante el gestor circunstancial de la junta de negocios de la burguesía, se ocupa la calle, el espacio público. Desde los piquetes hasta diciembre de 2017, pasando por el 2008 en el conflicto llamado «campo-gobierno».

Algunxs dirán con razón que lo mejor de Diciembre, en la perspectiva de una transformación  radical de la sociedad, fue la práctica de autonomía y el ejercicio de la autogestión en una escala social hasta entonces poco frecuentada. Algunxs glorifican eso, lo añoran. Sueños de Diciembre.  Pero los sueños, como ya se ha dicho, sueños son.

El macrismo viene rascando la herida dosmilyunesca de la representatividad política. Y lo que brotó de ese corte no cicatrizado en diciembre y amenaza con volver a hacerlo, si bien no  pretende cortar la raíz de nuestro modo de vivir, tampoco permite que sigan gobernando a gusto y piacere… Esa incisión fantasmal en el cuerpo de los representantes autóctonos no logra cerrarse. Lo reconocen algunos movimientos sociales, burócratas sindicales, la mayoría de lxs políticxs profesionales: no hay que descarrillar la gobernabilidad, nada de desestabilización. Se alteran sus corazones cuando el espectro decembrista amenaza con hacerse presente. Lo reconoce el brillante periodista de la derecha autoconciente, Carlos Pagni, y lo dice sin rodeos: el miedo de los representantes con los representados [2]. Pesadilla de Diciembre. Un mal sueño. Y aunque malo, no deja de ser eso: un sueño.

Lo onírico, hasta ahora, y como casi todo lo que hemos intentando, no ha inquietado el soliloquio del Capital, es decir, su autovalorización.

II

QEPD. Démosle un momento de reposo al espíritu de Diciembre para otear en aquello que se  mantiene constante y que no sólo se sacude -un poco- en las jornadas decembristas, aquello  que, fundamentalmente, sucede entre las apariciones acontecimentales de la insubordinación y la restauración. Es decir, mascullemos -un poco- los elementos permanentes que hacen a nuestra coyuntura económica, política.

Y arranquemos por notar que la prédica electoralista que se repite en la boca de la militancia de izquierda asevera que el problema actual de la Argentina se encuentra en la Quinta de Olivos. Sí, el gobierno Macri ajusta de forma abierta y recrudece las condiciones de vida dela clase trabajadora. Pero si nos proponemos un análisis serio, nunca neutral, debemos abandonar una periodización al gusto de la vieja historiografía clásica, con sus bustos y nombres solemnes. El capital es global, más que nunca, y sus movimientos hace tiempo que ignoran fronteras y siglas de partidos: la pragmática y la coyuntura concilian lo antes inconciliable. ¿Acaso no fue el  peronismo el que comandó la agenda liberal de los 90? ¿Acaso no es la alianza conservadora  de Cambiemos el que ahora propone el debate parlamentario sobre el aborto?

Si entendemos la Argentina, y cualquier otro país, como parte específica del territorio global por el cual se  extienden las relaciones y las dinámicas del Capital, el análisis sobre su momento debe llevar en cuenta el momento actual que vive el capitalismo: estamos todavía bajo los escombros de la  última gran crisis, la del 2008-9, en una recuperación lenta. Desde el 2012 el Producto Bruto  Interno mundial no logra romper la barrera del 3%, las tasas de interés de muchos países  desarrollados están próximas al 0 (o mismo negativo, como en Japón, Suecia y Dinamarca) y la máquina económica china sufrió un enfriamiento, aunque mantenga una tasa de crecimiento anual arriba de los 5%. Este último hecho ha traído fuertes impactos en la política económica de los países en Latinoamérica, muchos de ellos pintados de desarrollistas por afuera pero  sostenidos por la vieja especificidad de la acumulación de la región, el ahora llamado  «extractivismo» (esto es, explotación capitalista del suelo agrario y minero) que tiene a China como principal cliente.

Aunque buena parte de la izquierda clasista esté trasbordada de fe en escritos y se mantenga fiel a una fotografía de mundo del siglo XX, todavía es necesario gastar tiempo y esfuerzo para entender el mundo en que vivimos. Quizás esa tarea pareciese más fácil, en términos políticos, hasta hace poco tiempo: el capitalismo se confundía con el imperialismo reinante e incontestado de los EEUU. Caída del muro más, caída del muro menos, el principal enemigo, el más feo, el más odiado, era fácilmente apuntado en un mapa; la geografía al servicio de la lucha de clases. Sin embargo, vivimos para ver el día en que el mandatario yankee ignora la OMC y el mandatario del partido comunista chino toma la posta para devenirse en el principal defensor mundial del libre comercio. Si bien Trump indica los rumbos de los renovados nacionalismos en los países desarrollados, en el nivel ideológico no podemos decir que Xi Jinping camine muy lejos: el Estado asegura los intereses de los capitales nacionales, con más o menos democracia, más o  menos libre mercado. Si completamos el retrato con la sombra de Putin, mirando de lejos e intentando estar a la altura, fácilmente nos damos cuenta de la noche que se pinta en el cielo ideológico del siglo XXI, producto, como mencionamos, de la dificultad mundial en encontrar  salidas para la crisis económica.

III

Tratar de entender y prever el contexto sirve únicamente para evitar lo peor que existe en él, si no  queremos jugar el difundido juego del demiurgo revolucionario, el que da las respuestas para la revolución a partir de los escritos solitarios productos de su imaginación iluminada. Las buenas respuestas -potencialmente radicales- para los problemas vendrán de la clase  trabajadora o no vendrán. Es imposible adelantarse a ellas (y es necesario que, como parte de la clase obrera, las impulsemos, las debatamos, las potenciemos…). Por eso la necesidad de adelantarse en lo posible a los problemas y desafíos que enfrentaremos en cuanto clase, para que no nos agarren tan desprevenidos y en pelotas. Desde la debacle del ciclo de acumulación que en Argentina fue nombrado de «nacional y popular», irónicamente dependiente de la actividad económica de las potencias mundiales, lo que vivimos en Argentina hoy es la prolongación del estancamiento económico, tocando la recesión diversas veces en los últimos años (desde el 2011 kristinista). Propaganda fácil por el voto de Scioli, el famoso «regreso a los 90» acierta en la lectura de un movimiento pendular, pero queda extremadamente corto para  entender el contexto económico actual, especialmente a nivel internacional.

Proponemos entonces algunos acercamientos a la pregunta que se podría formular a partir de la lectura militante de Marx para entender los desafíos actuales de la lucha de clases: ¿cómo  podrán los capitalistas inaugurar un nuevo ciclo de acumulación en Argentina? ¿Qué estrategias, instrumentos y formas serán adoptadas para que la tasa de ganancia en la especificidad  argentina vuelva a crecer y permita la extracción óptima y pareada -en caso de que sea posible-  con el nivel global del plusvalor?

Empecemos con algunos de los principales obstáculos a esa nueva reestructuración productiva  argentina. Dato no tan coyuntural pero que apunta a uno de esos principales obstáculos es la relación que el gobierno Macri traba con el sindicalismo. Objeto de la furia de los neoliberales  puros, los sindicatos históricamente cumplieron un rol importante tanto para la clase trabajadora cuanto para las clases capitalistas, en un primer momento organizando de forma autónoma la solidaridad entre proletarios, posteriormente disciplinando y negociando el precio de la fuerza de trabajo de modo ordenado y previsible (aunque generalmente por debajo de su valor), como  parte de las «condiciones generales del proceso social de producción» [3]. Fruto de la  dentificación entre capos de un lado y del otro, del rol que los gestores sindicales fueron  tomando en la apropiación misma del plusvalor de sus supuestos representados, no tardaron en manejar grandes cajas, obras sociales y empresas de propiedad sindical. Universidades,  hospitales, gráficas, hasta clubes de fútbol se encuentran bajo el control de aquél sector que  algunxs han llamado de «capitalismo sindical»[4] argentino, que recientemente ganaron también la empresa de correos OCA. Desde el Estado también hay reparto de dinero por medio de  aportes a las obras sociales, uno de los principales canales de fomento a la burocracia,  conformando esta «economía mixta» gerenciada por los líderes del movimiento sindical (de  quien algunos todavía esperan que convoquen paros generales en favor de la clase explotada).  La cuestión es que este enorme sector de la economía argentina -no sólo las empresas  sindicales sino aquellas ramas de la actividad económica cuya mano de obra es  mayoritariamente controlada por este sector-, al forzar las reglas de competitividad capitalista por medio de la violencia mafiosa se torna uno de los obstáculos para la modernización y la  revolución de los medios de producción. Esto es, impiden el desarrollo de la plusvalor relativo utilizando en su lugar una suerte de «acumulación primitiva» en la modalidad de violencia física en parte respaldada por el Estado. El ejemplo clásico es el gremio de camioneros y la aparente inviabilidad política de expansión de la red ferroviaria en el país, pero otros sectores estratégicos  de la economía también se ven afectados, como la construcción y los puertos. Otro caso parecido es el de las Universidades Nacionales y la organización en claustros. No es de sorprender que en este país la sociabilidad partidaria y de aparatos tenga tanto peso, dado que sus lógicas  funcionan mucho más en sintonía con la fidelidad feudal de vasallaje que con el antagonismo capitalista puro.

Y si hablamos de la Universidad y sus estructuras arcaicas, ambiente de «camarillas» y  relaciones semi-feudales, motivo de dificultad para la intervención macrista, desde la gestión K  vemos otra estrategia de dar nuevos combustibles para la acumulación capitalista. Se trata del  ensanchamiento de la mercantilización, esto es, la transformación en mercancía de cosas que  antes no lo eran, abriendo así novas oportunidades de negocios (id est ganancias), como el arancelamiento de los cursos de posgrado y el crecimiento relativo de la educación superior  privada en modo general. La expansión del número de estudiantes en la universidad privada ha  superado la expansión de estudiantes en las universidades públicas en el período de 1995 a  2015 [5]. Este patrón no se altera en la mitad del período comprendida en la gestión K, entre  2005-2015, con aumentos del número de estudiantes de 15% en las estatales y de 60% en las privadas. Entre 1995-2015, el número de graduados se ha cuadruplicado en las privadas,  mientras que en las estatales se ha solamente duplicado. Si bien el número absoluto sigue  siendo dominado por el sector estatal (aproximadamente 1.5 millones de estudiantes contra 400 mil en el sector privado en 2015), en términos capitalistas lo que vemos es una creciente  participación de la iniciativa privada en la rama educativa superior, que va mordisqueando de a poco al estudiantado y monetizando la educación según la fórmula general del capital, D-M-D’. No tenemos todavía datos consolidados sobre el período Macri pero no debemos dudar de la continuidad de este proceso[6].

Pero uno de los planes más ambicioso de la gestión actual en este sentido está siendo gestada  para la Salud, bajo el simpático nombre de «Cobertura Universal de Salud» (CUS), que en realidad limita los servicios ofrecidos por la red estatal, obligando a lxs trabajadorxs a recurrir al sector privado. El gobierno anuncia este proyecto como la oportunidad para que accedan a la  salud aquellas personas que no cuentan con una obra social. Macri está dándole estatuto de realidad a la salud estatal como un proyecto futuro que está siendo anunciado (y que incluye el sector privado), mientras que el sistema actual «no está vivo ni muerto». El proyecto piloto será aplicado en Mendoza, del gobernador aliado Cornejo (UCR).

Otra manera de mercantilizar más aspectos del mundo son las técnicas de «extractivismo abusivo» (aunque para la insaciabilidad capitalista no existe el exceso), desde la expansión de la soja hasta el fracking y la minería a cielo abierto, prácticas que avanzan sobre el territorio de comunidades y que disminuyen la vida útil de sectores de la clase trabajadora. Los acuerdos de Cristina con Monsanto y su defensa de la industria extractivista expresan la necesidad que el capitalismo local tiene de adecuarse al mercado mundial. El macrismo simplemente cambió el origen de los gestores, transformando YPF en una gran coordinadora de capitales e de infra-estructura, dejando la extracción misma de los combustibles en manos de gestores extranjeros [7]. Por otro lado, el peso dado por el aparato represivo a los conflictos en tierras mapuches responde al interés en garantizar un ambiente estable para la actividad extractivista en el norte de la Patagonia, pacificación militar que es función, todavía, del Estado (mientras que los demás servicios ya pasan a ser realizados por las corporaciones, como la salud y la educación en comunidades gravemente afectadas por las técnicas abusivas [8]). El desarme de sectores económicos controlados por los capitalistas mafiosos y la creación de nuevos objetos mercantilizables son dos estrategias importantes y demandan intervenciones objetivas de parte del Estado. Sin embargo, una de las formas más importantes y fundamentales de la reorganización productiva a nivel global es la formación de nuevas subjetividades proletarias. No es otra la historia del taylorismo, adiestrando para el trabajo fabril a campesinos recién llegados a la ciudad, o del toyotismo, adiestrando para el trabajo intelectual a obreros manuales rudos. La actual ideología del trabajo hace del trabajador un entusiasta, transforma el tiempo del ocio en tiempo de trabajo, transforma el tiempo de esparcimiento en tiempo de formación profesional y la fragmentación espacial en libertad individual. Una fuerza de trabajo organizada en cuentapropistas, sin entidades tradicionales que negocien un piso salarial, sin los derechos que aumentan el «costo Argentina», flexible para responder a las demandas del mercado en una velocidad de recambio tecnológico ya descrita por Marx [9]. El adoctrinamiento ideológico cotidiano que refuerza la economía libidinal capitalista, el deseo de la mayoría de este orden de cosas [10], y que busca modelar la fuerza de trabajo no sólo responde a la necesidad de poner en marcha un aumento del plusvalor absoluto, por medio de la expansión de la jornada laboral,
del trabajo intermitente, del sueldo por productividad, sino que la flexibilización de su formación y estas nuevas sectores de la clase trabajadora tiene en vista también una mejor adaptación al incesante cambio de tecnologías, permitiendo así el desarrollo del plusvalor relativo, necesario para una actividad económica competitiva a nivel internacional. Desarrollo, siempre desigual y combinado.

Si bien la gestión PRO es consecuente con esta estrategia al ofrecer y difundir cursos de programación y fomentar proyectos de emprendimiento para jóvenes, se vio obligada a ceder a la presión «política» del sector sindical y prohibir formalmente la empresa Uber de actuar en el país, aunque bajo el velo de la ilegalidad el servicio siga siendo ofrecido. Es un ejemplo muy expresivo de las dificultades en la aplicación pura de sus lineas ideológicas en el gobierno, para no hablar del gradualismo económico de manera más amplia. De hecho, la industria de las apps todavía no pisó Argentina de manera contundente. Desde Uruguay llegó ya hace un par de años PedidosYa, start-up creada por dos jóvenes universitarios y un amigo de infancia, y que hoy tiene como propietaria del 70% de la empresa la compañía alemana Delivery Hero, dueña de decenas de marcas de servicio de entrega de comida por todo el mundo, incluida Foodora, presente en las principales capitales europeas y en EEUU. El negocio en Argentina todavía está en el estadio más básico: simplemente una plataforma de logística que cada establecimiento contrata para organizar pedidos. Sin embargo, en Uruguay ya están avanzando con el modelo «transnacional» de la industria, que incluye contratar la mano de obra de los entregadores en esquemas de ultra flexibilidad y bajo el control directo del aparato celular [11]. Este modelo de empresa está ensayando su llegada al país y el último intento fue el de la empresa Glovo, que ofrece servicios de cadetería por bicicleta al cliente y una jornada ultra flexible a las supuestas personas que van a andar en bici «y quieren aprovechar elrecorrido para ganarse unos mangos». A estas empresas no les gusta la idea de «trabajador», sino la de personas que aprovechan nuevas oportunidades para ganar dinero, «emprendedoras» ellas mismas de cierta forma. Sin embargo, la Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios, en vez de proceder como los taxistas que atacaban a los autos (y a los trabajadores) que identificaban como Uber, decidió adoptar una posición más «progre» y escrachar la oficina de la empresa sosteniendo un discurso legalista contra el negreo y hasta «internacionalista», reconociendo que la principal mano de obra de esta nueva empresa son extranjeros latinoamericanos recién llegados a la ciudad, no los culpables [12]. Pero más allá del discurso bonito, la verdad es que no le queda otra al sindicato: si aparenta una postura de izquierda es porque tiene que luchar para seguir representando legalmente esta fuerza de trabajo. ¿Organizar a lxs trabajadorxs precarizadxs no sindicallizables por sus propios reclamos? Eso no es tarea para un sindicato. ¿Estará esta nueva fuerza de trabajo a la altura para darle la pelea a las formas de explotación 2.0? ¿Cómo establecer lazos de solidaridad en una forma de trabajo tan fragmentada?

Seguramente en los próximos años veremos el aumento de estas empresas en territorio argentino, incluso la llegada de la gigante Amazon, conocida por el manejo turbio de las relaciones laborales y los conflictos que de ello resultan. Son la expresión acabada del uso de las tecnologías de la comunicación puestas al servicio de la explotación directa y eficiente de la fuerza de trabajo: jornada flexible, control estricto sobre los ritmos y las formas de trabajo, flujo de big data en tiempo real, feedback inmediato de la calidad del trabajo por manos del cliente directo, etc. El wi-fi gratis en el subte y en las plazas no es por «buena onda». Es parte de las condiciones generales de producción necesarias para el siglo XXI.

Asimismo, también el Capital tiene a disposición herramientas ya muy conocidas por estas tierras: las paritarias. La reducción de los salarios por medio de aumentos por debajo de la inflación real es un mecanismo importantísimo para el momento actual: por un lado aumenta la ganancia de los empleadores, por otro ayuda a bajar la inflación que asusta a los inversores. Obviamente que las cosas son mucho más complejas y nada resulta tan fácil. El aumento de las tasas y la reforma del aparato estatal no alcanzan para disminuir el déficit fiscal, especialmente frente el endeudamiento desenfrenado. Otra herramienta monetaria para bajar la inflación, los títulos del Banco Central (las LEBACS), que absorben los pesos del mercado y supuestamente disminuyen la oferta de dinero, va costando cada vez más caro al gobierno debido a las tasas de interés artificial y también corre el riesgo de una corrida hacia el dólar [13]. Si no hay un aumento constante y estable de la actividad económica y de la recaudación fiscal, las deudas se volverán cada vez más difíciles de pagar, confirmando, aunque por otras vías, la analogía de los 90…

Y es que sin inversión no hay recuperación capitalista. La inversión es el determinante en la  actividad económica capitalista, y si no hay perspectiva de rentabilidad, no habrá inversión: es la llamada «huelga de inversiones» [14]. Acordémonos que justamente Trump representa en EEUU una nueva estrategia de los países desarrollados en abandonar acuerdos comerciales colectivos para realizar bi-lateralismos que resulten beneficiosos solamente para el lado más fuerte. Es una fuerte pugna entre los capitales nacionales y las empresas transnacionales, de ahí la amenaza que el excéntrico empresario yankee hace contra las empresas que producen afuera las mercancías vendidas adentro de sus fronteras. Es una reedición de la alianza entre trabajadores nacionales y burgueses nacionales para impedir la exportación de capital y generar más inversión interna («Made in USA», «America first», etc). Es ciertamente un escenario abierto, no queda claro si estos movimientos van a lograr ganar la puja con las empresas que actualmente expresan el proceso de globalización del capital, o si nos encaminamos de hecho hacia una nueva guerra imperialista. En este momento de retracción geopolítica de los EEUU y de expansión de la influencia china, es probable que en los próximos años nos acostumbremos cada vez más con la llegada inminente del capital del partido comunista chino determinando ya no más solamente el precio de las commodities sino la infra-estructura latinoamericana (como en el plan IIRSA), el mercado de crédito (como en la PDVSA, la estatal petrolera de Venezuela) y el mercado de trabajo (como las recién llegadas automotrices chinas en el Mercosur).

IV

El mencionado editorialista de La Nación señala con óptica de clase que luego del «derroche» de los años kirchneristas ha llegado el momento del «ajuste en la productividad, de la normalización del país» y agrega que «es imposible realizar ese ajuste, es imposible realizar la normalización de la economía con miedo de los dirigentes a los dirigidos. Y es imposible no tener miedo si no hay una dirigencia legitimada, autorizada, con autoridad política y podríamos agregar moral». El origen del miedo de los dirigentes a los dirigidos, señala, tiene una fecha muy precisa (¡adivinad!): el 20 de diciembre de 2001. (¡Correcto!)

¿Cómo legitimar una dirigencia política en tiempos de «normalización» de la economía? El kirchnerismo lo hizo claramente en tiempos de «derroche» económico estimulando, a niveles importantes, el consumo. Y a través de la relegitimación de la representación política había logrado subsumir casi totalmente la sociedad en el Estado. Sin embargo, en el último tramo y en forma coincidente con la caída en el régimen de acumulación, había empezado a reprimir de manera selectiva a sectores del mundo del trabajo. Mientras las marchas en la capital se hacían «en chancletas», en la Panamericana (Kraft, Lear, etc.) y en las provincias, donde pueblos originarios se asientan en zonas consideradas estratégicas por la minería, la Gendarmería se iba entrenando para lo que sería un despliegue represivo de largo aliento.

El gobierno actual se enfrenta, entonces, al dilema de cómo ajustar la economía sin dilapidar su capital acumulado de representación. En las jornadas del último diciembre, podríamos decir que el ajuste tocó un cable de alta tensión que fue la aprobación de la reforma previsional. Luego de la jornada del 18 de diciembre, la popularidad del presidente cayó varios puntos no importa qué consultora se considere. Durante el verano empezaron los canticos en las canchas y hoy se empiezan a percibir con más nitidez las fisuras en el bloque gobernante a partir de los obstáculos que los radicales ponen a distintas iniciativas (reforma jubilatoria docente, decreto antiinmigrantes, el tarifazo o las excarcelaciones de opositores).

Parece que el ajuste desbarajusta el modo de dominio de clase que conocemos como democracia representativa. Sin embargo, esto no sucede en todas las geografías. La especificidad argentina consiste en una sociedad pródiga en movilizaciones, «la calle» es un actor político de un modo que no lo es en otros países… Algo de esto señala Mujica cuando dice que «si en la Argentina pasaba lo de Lula era un incendio, daban vuelta Buenos Aires»[15].

Sin embargo, otra especificidad nacional consiste en el papel relevante de la burocracia sindical como mediadora entre el capital y el trabajo. Como si hubiese pasado un tiempo inmemorial de la «toma del acto» de la CGT en marzo del año pasado, este 21 de febrero se desarrolló una enorme movilización que fue parte aguas en varios sentidos. Fue leída por los medios hegemónicos como una suerte de blindaje popular sobre Moyano que le permitiría evitar un destino judicial. Incluso el discurso del propio Moyano parece ajeno a esta interpretación cuando señala que «por ahora» no tiene ninguna causa en la justicia y que puede ir preso si la justicia lo determina. Puede leerse también como un globo de ensayo para ver la reacción popular frente a un previsto encarcelamiento de Cristina. Sin embargo, más allá de esta historia de individualidades en peligro también puede verse un realineamiento de sectores de trabajadores en una suerte de nueva CGT con capacidad de movilización en la que confluyen sectores privados de alta densidad sindical (camioneros y bancarios), estatales, docentes y los movimientos sociales asociados al precariado.

Además, vale la pena indagar, sobre la forma y contenido de esta movilización. Un fuertísimo aparato de los camioneros evitó los «desbordes» del 18 de diciembre y ofició de ejemplo de lo que debe ser una movilización previsible. Aunque, hay que decirlo, el espectro decembrista no se hizo sentir ese día. Por eso, contrapongamos a esta situación el cuadro que ofrecieron las movilizaciones del 14 y 18 de diciembre donde cientos de miles de personas confluyeron sobre un Congreso donde 300 diputados tomaban una decisión a todas luces impopular. Una vez más la representación política quedó mal parada frente a la presentación de los cuerpos de los afectados. December.

Moyano, el orador estrella de la fecha, se vistió con los trajes de la restauración y completó el ciclo decembrista. Tras la calle, el orden. Lo hizo, pero no lo sabe… (¿No lo sabe?) En su discurso, Moyano, frente a la multitud disciplinada, advierte que «no somos antidemocráticos, no somos desestabilizadores» y pondera que la solución está en las urnas cuando afirma churchillianamente «Toda victoria es relativa, toda derrota es transitoria. Por eso preparémonos los trabajadores cuando llegue el momento de expresar la voluntad democrática que siempre hemos tenido, sepamos elegir y aquellos que se pueden haber equivocado, que reflexionen, los gorilas no pueden estar más en la conducción del país porque nos quieren quitar la dignidad a los hombres de trabajo y no lo podemos permitir jamás.» Is always december…

Más claro, imposible. QED.

V

La potencia y el límite de Diciembre. La calle… y a casa. Las dos caras del fantasma, la marca doble, la herida bifacética decembrista. Por eso no resulta llamativo ambas cosas: que se tensione la calle cuando las cosas no gustan y que se vuelva a casa cuando todo más o menos se acomodó. Y en esta dinámica lejos está de ser puesta en cuestión la vida como un cúmulo de mercancías, la vida capitalista. El anticapitalismo como crítica y el comunismo como apuesta política, como (al menos el intento de) afirmación de otro modo de existir, no gozan de buena salud. Acá la herida parece ser de muerte. Porque si bien existimos colectivos, movimientos y espacios que tenemos como epicentro de nuestra labor teórica, política, etc., estas coordenadas –el anticapitalismo y el comunismo–, sabemos que no es lo general, lo dominante, lo hegemónico. Somos casi un accidente. Lo sustancial, lo que se impone con una fuerza insoportable es la existencia capitalista. Nos quejamos por el precio de las cosas, no porque las cosas tengan precio. Nos quejamos porque nuestrxs representantes estatales son corruptxs, idiotas, mentirosxs, avarxs, etc., no porque tenemos representantes. Nos quejamos porque nos pagan poco, no porque estamos obligadxs a trabajar por un salario para luego cambiar esos billetes que llegan a nuestro bolsillo en comida, alquiler, viático, etc. Nos quejamos como consumidores, no nos afirmamos como productores.

Digamos de inmediato que lejos estamos que no nos afecte el precio de las cosas, las decisiones de lxs representantes estatales de turno, el decreciente poder adquisitivo de nuestros salarios, por mencionar sólo algunos aspectos. Lo que queremos enfatizar sonlas preguntas que no se hacen, los problemas que no se perciben ni se piensan. Y cuando esto sucede, cuando la vida capitalista no se cuestiona, más temprano que tarde las soluciones burguesas se enfilan de acuerdo a su ser esencial, a su concepto: la valorización del valor. Y cuando la relación social capitalista no se discute, ni siquiera nos incomoda, la crítica (y menos que menos el esbozo de su superación comunista) no tiene espacio para arrancar…

Pero aquí, quizás, haya que meter una cuña. Porque la comedia que nos brinda la política autóctona asiste no sólo a sus movimientos cíclicos (correlacionados, en lo estructural, con los tempos y humores de la acumulación) sino también, desde hace unos años, a la irrupción del movimiento internacional de mujeres. La política argenta ha sido violentada por el NUM. Décadas de trabajo político, lento y paciente, de las organizaciones de mujeres han tomado una inédita masividad y relevancia en la arena pública. Los Encuentros Nacionales de Mujeres (ya pasan los treinta) han venido siendo uno de los modos de organización de la heterogeneidad del movimiento, donde feministas liberales, estatistas, anticapitalistas, etc., convergen teniendo como punto de apoyo común la pelea contra la opresión machista. Ese trabajo de años salió e irrumpió en la vida política, con sus potencias y sus límites, como no puede ser de otro modo. Pateó la mesa y todo indica que no se retirará.

Los 8M, los dos paros internacionales de mujeres, son muestra de un movimiento que interpela la dimensión global e intersticial del patriarcado. Y, además, allí nos topamos con algo que en diciembre es, en su generalidad, esquivo. Nos referimos al nombrar –al menos nombrar– al capitalismo como parte del problema y no de la solución. En los últimos dos 8M no sólo se planteó la dimensión internacional (es decir, el rebasamiento de la dimensión estatal-nacional) de la pelea sino también se afirma sin vueltas, en los documentos de esas jornadas [16], el carácter antipatriarcal y anticapitalista de la lucha de mujeres. Si bien se puede mencionar que no es ese la característica de todo el movimiento, que no todas las corrientes internas son críticas de la relación social capitalista, a pesar de que se escriba en un documento, se lo lea ante decenas de miles y se lo circule por todos los medios de comunicación posibles, ¿cómo no ver en esto un paso adelante con nuestro retornante diciembre, si hasta la gran mayoría de las izquierdas argentinas terminaron, con una velocidad sorprendente,enfilando sus esfuerzos militantes hacia la representación política burguesa, el «salto» a las elecciones? Y cuando se juega en esa palestra, se sabe, del capitalismo no se dice ni mu… no se vaya a piantar el electorado.

Pero el movimiento de mujeres no sólo da cuenta de su potencial radicalidad cuando enuncia su internacionalismo antipatriarcal y anticapitalista ante decenas de miles. La crítica feminista se está desplegando, no sin tensiones ni desprolijidades, desde lo que pasa en el Congreso hasta lo que pasa en las orgas (pretendidamente) revolucionarias. Desde lo que pasa en las calles hasta lo que pasa en las casas y las camas. Se ponen en cuestión desde las opresiones más evidentes y naturalizadas hasta las prácticas y discursos dizque revolucionarios. Las denuncias de acoso, abuso y violencia machista aparecen todos los días en los espacios de todos los colores.

En este marco general sería poco referir la discusión del aborto al intento maquiavélico del macrismo para ocultar, con tan candentedebate, el fondo de una situación económica que lejos está de asegurarle el triunfo en las elecciones del año que viene [17]. El problema del aborto legal como discusión parlamentaria tiene una historia de lucha y de militancia de ese heterogéneo campo político –como lo son todos– que es el feminismo. En esa multiplicidad de posiciones, claro está que hay algunas que consideran la pelea por el derecho al aborto como el horizonte estratégico… Reforma y reforma.

Nos sentimos mucho más interperladxs, en cambio, por aquellas que la consideran una pelea táctica, un paso más en la batalla contra el patriarcado, contra la opresión machista. Táctica de una pelea que no termina con el reconocimiento estatal. No termina y ni siquiera comienza. Porque hay vertientes del feminismo que no sólo tienen como horizonte una sociedad más allá del Estado patriarcal y burgués, sino que tienen una riqueza particular en su punto de partida, en el re-planteo del problema, que da un paso más en torno al debate entre legalización y despenalización. Esta perspectiva, como es de esperar, no es la que se pasea por las razones principales de la pelea por el derecho al aborto. Porque cuestiona al aborto como problema. La cuestión de si el aborto debe ser legal o no penalizado es una discusión derivada. Porque la situación de aborto es un punto de llegada, un resultado problemático. Y lo que buscan desnaturalizar es el proceso que supone ese resultado no buscado. Dicho de otro modo, esta mirada feminista critica las relaciones sociales, sexuales, que resultan en ese embarazo indeseado. Esas relaciones son patriarcales hegemónicamente. De nuevo, desde las más violentas y naturalizadas hasta las escurridizas y sutiles. Esta veta a criticar se abre de la mano de la fértil sentencia: lo personal es político. El mundo en general y el mundillo de la militancia política en particular ya no son lo mismo. Reforma y revolución.

Con todo, digamos que en el último par de años todos nuestros espacios de activación política, todos los momentos de nuestra vida cotidiana han sido atravesados por las problemáticas que plantean los feminismos. Puntualmente, es una intervención que está dando una vuelta de tuerca más al problema de las relaciones desiguales de poder hacia dentro de los grupos, movimientos y partidos que anhelamos y proclamamos concientemente la revolución, la emancipación humana, etc. Empezar a trabajar estas cuestiones supone, empero, un largo recorrido. El reconocimiento de ese potente y profundo proceso, sin embargo, no debe perder atención al siempre latente riesgo de la esencialización: «no importa lo que digan, si lo dicen las compañeras, entonces debe ser verdad.» Desafío complejo en el que la potencial radicalidad se irá actualizando en nuestras prácticas o no, en el que las poco diáfanas vinculaciones entre la dimensión antipatriarcal y anticapitalista irán encontrando un cauce común o no. Dicho problemáticamente, ¿hay en esta irrupción de los feminismos, tanto por sus formas organizativas como por el contenido de sus luchas, una dimensión que pueda sacarnos de la repetición decembrista, de ese retorno irrefrenable del pasado que se retuerce sobre el olvido del comunismo, sobre la aceptación de la vida capitalista como si esta fuese el fin de la historia? ¿Hay una fuerza que, convergiendo y nutriéndose recíprocamente con los elementos no mayoritarios de la crítica al capitalismo, pueda producir la abolición tanto de la represión machista como del monólogo del Capital? A nadar se aprende en el agua…

VI

Antes de finalizar esta editorial, presentemos sucintamente este nuevo número. Comenzamos dedicando el dossier a la profundización de críticas y apuestas por otro modo de hacer-pensar las cosas en territorio universitario. Desde el aula hasta los órganos de co-gobierno. Desde los centros de estudiantes hasta la gremial docente. Experiencias y reflexiones ancladas en un lugar común, la Facultad de Filosofía y Letras: laboratorio Puán 480. Intervenciones puntuales y específicas pero no por eso sin proyección general y universal. En segundo lugar, en la sección «artículos varios» nos encontramos con una heterógenea composición de escrituras dedicadas más a la apertura de problemas que a su clausura con presuntas soluciones: la constitución semiótica de las subjetividades en el capitalismo, el cambio climático, la crítica a los fenómenos burocráticos y el concepto de lo político. También en este número presentamos un par de textos de la fértil discusión propiciada hace unos años con la aparición del Manifiesto por una política aceleracionista. Polémica transatlántica pero con resonancias en nuestras siempre renovadas discusiones teóricas, políticas, etc., en torno a las tácticas, los modos de organización y la constitución de subjetividades cuando lo que nos empuja es el intento de abolición de la relación social capitalista. Por último, en la sección Reseñas pasamos por la tan esperada compilación sobre el debate alemán respecto de la derivación del Estado capitalista, por la intensidad de la vida y el pensamiento de Raya Dunayevskaya, por la peculiar lectura de Hegel que hace Carlos Pérez Soto y para finalizar –ya que de «laboratorios» se trata el dossier– unas líneas sobre la adictiva serie Breaking bad.

VII

El cierre de esta nota editorial nos lleva a su apertura. Más específicamente al epígrafe que elegimos como pórtico a este nuevo número de dialéktica. Si se lee con atención las frases con las que termina el fragmento marxiano, nos damos cuenta que no se trata de una frase en latín (Hic Rhodus, hic salta!) y su respectiva traducción (¡Aquí esta es la rosa, baila aquí!). ¿Es un mero juego de palabras o hay algo más? Marx nada nos dice directamente sobre este punto. Pero como suele pasar, cuando del barbudo de Tréveris se trata, ir hacia su «maestro» puede dar una pista. Sucede que Hegel también nos habla con estas frases en el «Prefacio» a sus Principios de la filosofía del derecho. La primera es una cita de las Fábulas de Esopo (Hegel cita dos veces: en griego y en latín) que luego él modifica sustituyendo “Rhodus» con «la rosa» y el «salta» con el «baila». Y no sólo eso sino que también ofrece, entre varios elementos contingentes (el Estado, la religión, etc.), las razones de ese cambio, lo que implica la modificación: el paso cambiado del salto al baile no es otra cosa que el pasaje de la trascendencia del deber-ser a la inmanencia de lo que es, de lo que está siendo. Nosotrxs decimos, lejos de toda lectura inocente, que en ese aparente malabar de palabras se cifra la diferencia absoluta de un pensar-hacer político que adora mártires pasados y se esperanza con que el cambio radical de la sociedad vendrá en algún tiempo futuro (al que habría que llegar dando los saltos…) con un pensar-hacer político que nada espera para intentar experimentar otro tipo de vinculaciones humanas, que las trabaja en la inmanencia de lo que somos, de lo que estamos siendo.

Esta perspectiva es la razón por la que, cuando Marx dice que la revolución social no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir, nosotrxs lo captamos con matiz hegueliano. Ese tiempo venidero no está en un más allá trascendente sino que está en lo que hacemos aquí y ahora, en el movimiento -el baile- de lo real, en la inmanencia de nuestras relaciones sociales. La elaboración de ese peculiar futuro puede iniciar por quitarse de encima el lastre del pasado, por la necesidad de olvidar, más pronto que tarde, los límites del recuerdo de Diciembre.

Por todo esto, dedicamos este número a lxs que buscan experimentar, aquí y ahora, la danza del porvenir.

Mayo – Junio de 2018

1 El intento de autoesclarecimiento del asunto lo hemos encarado tanto en nuestros nú- meros 14 (primavera 20012) y 15 (primavera 2003), trajinados en aquellos años, como en el dossier del número 23 (primavera 2011), una década después.

2 Editorial de su programa «Odisea argentina» del lunes 16/4/2018. El tema al que nos referimos  se lo puede ver y escuchar a partir del 21’16’’ en este link: https://www.youtube.com/watch?v=p5GIw9dQ-OY

3 V. Marx, K. (2013), El capital. (Crítica de la economía política), tr. P. Scaron, Siglo XXI, Bs. As., Tomo I, vol. 2, cap. XIII, p. 467.

4 Bernardo, Joao e Pereira, Luciano (2008), Capitalismo sindical, Ed. Xama, Sao Paulo. Ver tambien en este numero el articulo de Maurício Tragtenberg.

5 Según un informe del Centro de Estudios de Educación Argentina, de la Universidad de Belgrano, febrero 2018, número 66.

6 Y nos asalta la pregunta: ¿cuándo habrá, en Argentina, el primer paro de docentes universitarios privados? Se trata de un sector del mercado de trabajo que en el largo plazo estará contratando mucho más que despidiendo. Configurado así como sector creciente de la clase, ¿qué nuevas formas de conflicto y de vínculo social pueden surgir en estos lugares de trabajo, qué tipo de trabajador/a será absorbido/a, cómo puede llegar a consolidarse la solidaridad y la resistencia a la precarización ahí?

7 Di Risio, Diego (2017), «Quien gobierna lo ingobernable» en Fractura Expuesta N° 5.

8 Christiansen, Fernando y Chaz, Emilce (2017), «Público, de gestión privada», en Fractura Expuesta N°5.

9 Marx, Op. Cit., p. 382.

10 Ver el editorial de nuestro número 24 (primavera 2012): «Capital: ese brillante objeto del deseo. (O ¿por qué se está tan a gusto con la explotación propia y ajena?)» y el dossier del 25 (otoño 2013): « El olvido del ser (capitalista)»

11 Pedidos Ya! Incorpora servicio de envío, 8 de febrero de 2017, en http://www.elobservador.com.uy

12 Escracharon a la multinacional Glovo, por discriminación laboral, 17 de abril de 2018 en http://www.infogremiales.com.

13 Este editorial se encuentra en proceso de escritura en las mismas semanas de la «volatilidad cambiaria» de principio de mayo y el anuncio del acuerdo con el FMI. La coyuntura financiera del país está tan «volátil» que llegado el momento de circulación de este número de dialéktica puede ser que otras novedades hayan impactado en estas tierras.

14 Astarita, Rolando, Economía argentina 2017. Recuperación anémica, 20 de octubre de 2017 en http://www.rolandoastarita.wordpress.com. Pero resulta más claro para este punto escuchar la voz del bolsillo de un empresario hecho y derecho, el dueño de Edenor, cuando desde el Congreso, contra el «tarifazo», gritaban con el corazón: «Si yo hago un parque eólico como éste y un senador o un diputado me dice que yo no tengo que tener rentabilidad, lo que va a pasar es que no voy a poder hacer otro parque porque, sin utilidad, no hay inversión y, sin inversión, no hay empleo». http://m.lapoliticaonline.com/nota/113141-mindlin-cuestiono-el-proyecto-contra-el-tarifazo-y-advirtio-sin-utilidad-no-hay-inversiones/

15 https://www.pagina12.com.ar/108212

16 El documento del 2017 se puede leer acá: https://www.pagina12.com.ar/24628-por-que-paramos. El del 2018, acá: https://www.pagina12.com.ar/100295-la-marea-feminis-ta-sigue-creciendo.

17 Mientras escribimos esta nota editorial en el Congreso se discute en comisión para llevar a votación la Ley por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.