Caute: De la acción y la pasión políticas

Dedicamos este número a lxs que nada esperan

para construir la sociedad que deseamos, aquellxs

que inician esa labor aquí y ahora.

(Editorial Año XXV – número 27 – otoño 2016)

Los partidos de izquierda son máquinas despóticas para el disciplinamiento de sus militantes. Lo incuestionable en su forma vertical de organización se corresponde, por un lado, con la dogmatización del hacer y del pensar y, por otro, con la furia que se descarga sobre lxs traidores, lxs quebradxs, lxs infantiles contra-revolucionarixs. Nada que envidiarle a las mejores religiones. La promesa de un reino de la libertad se vuelve horma de hierro para esas subjetividades militantes. (Lo mismo pasa con los «movimientos» populistas, sólo que en lugar de una tierra prometida anhelan un –improbable– paraíso perdido, con idéntico efecto mistificador y aplastante.)

Más cerca de nuestras posiciones, diversos grupos y colectivos, que podríamos sintetizar bajo la esquemática y abstracta rúbrica de “autonomistas”, consideran que la horizontalidad en la toma de decisiones, la apuesta por el trabajo colectivo, la rotación de tareas, etc., presentan esfuerzos de organización que propiciarían otra subjetividad política. Aquí, la crítica a las pasiones tristes que vertebraban la cotidianeidad de la militancia de la izquierda partidaria tiene como correlato positivo la afirmación de aquellas prácticas que se vincularan con el placer, el goce, la alegría, la voluptuosidad, el deseo… «Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa», dicen que dijo la anarquista Emma Goldman, mientras bailaba, a un compañero que le reprochó el ejercicio pequeñoburgués de la entrega disoluta del cuerpo a la danza. Hoy esa frase podría ser pronunciada, tranquilamente, por Mauricio Macri al comienzo de uno de sus shows (o al final, que es cuando suele exhibir, como diría Paolo Virno, su «virtuosismo»).

A un lado, como dijimos, la izquierda tradicional con su militancia triste y su religioso «más allá». Al otro, la izquierda autónoma con su activismo alegre y su danzante carpe diem. Pero los animales humanos somos uno y el mismo. Y somos, fundamentalmente, finitos, una parte de la naturaleza. Por ello, podemos afectar o ser afectados. Podemos actuar o padecer. El gran boxeador Abel Laudonio, lo dice con una elocuencia admirable: “Cuando uno no está pegando, es que le están pegando a uno.” Hay pocas cosas que entorpecen más una política auto-emancipatoria que la unilateralización, o sea, cuando se toma solo un lado y se olvida el otro del bicho humano. Cuando se pretende elegir o bien las pasiones tristes o bien las pasiones alegres (o, peor aún, cuando se intenta tomar partido por la preminencia o bien de meter de los pies en el barro, la “práctica” o bien de la antesala del pensar, la “teoría”). Por esa senda, tarde o temprano, lo reprimido retorna. La izquierda partidaria, ante las críticas, los cuestionamientos, etc., ha respondido de manera poco fraternal y ha elaborado un prolífico derrotero de traiciones, expulsiones, exilios, purgas. “El partido se fortalece depurándose” reza el epígrafe del ¿Qué hacer? de Lenin. La historia de los partidos de izquierda y su compulsión a la fracción están condensada en la repetición de ese mantra. Lxs autonomistas, a su modo, han experimentado el retorno del lado “malo” de lo humano de diferentes modos, que van desde la imposibilidad de darle una tratamiento politizante a esas pasiones tristes cuando se destapan en los propios espacios, hasta el pavor ante el presunto retorno de “la derecha” en el reciente ballotage presidencial, coyuntura que lxs acomodó rápidamente en las filas del supuesto “mal menor”.

Como sea, partidaria u autónomanente, vertical u horizontalmente, la política anticapitalista no deja de codearse con las pasiones. Está más lejos de una racionalidad more geometrica de lo que suele pretender y más cerca de una religiosidad inconsciente de lo que suele aceptar. ¿Cómo podría ser de otro modo en un mundo que esconde, como la clave de su existencia, la separación de una fuerza de lo que es capaz? En el capitalismo, la fuerza productiva de la sociedad está escindida de lo que produce, alienada de las decisiones que atraviesan su vida diaria, enajenada de su cuerpo y sus deseos. En términos clásicos: la fractura entre las condiciones de trabajo y el trabajo mismo, el capitalista colectivo y el obrero colectivo, la renaciente relación social capitalista. En esa brecha se entremezclan las pasiones y las acciones de la humanidad. Spinoza distinguía entre dos tipos de pasiones: las tristes, que disminuyen nuestro hacer-pensar y nos sumen en el padecimiento, y las alegres, que lo aumentan y nos conducen a la acción. En la batalla entre ambas pasiones se juega la política, una política que favorece unas u otras. En el capitalismo, huelga decirlo, las pasiones tristes, la perpetuación de la relación social capitalista, la creciente distancia entre nuestra potencia y lo que puede, vienen ganando. Las alegres, que tienden a su abolición, son raras. La lucha de clases es también –no podría no serlo- una lucha entre nuestras afecciones. Porque una pasión sólo puede ser transformada por otra pasión. La política constituye su nervio en las pasiones y no en contra de ellas (cuando la razón las denostó… produjo monstruos).

***

La presencia de las pasiones en el seno de la auto-producción de la sociedad se muestra sin tapujos cuando miramos el mundo de la real politik. Allí nadie se hace problemas por apelar a las formulaciones más morales y religiosas que puedan encontrar. Lo que sea eficaz para mantener el sistema, será dicho. Las elecciones de la democracia burguesa son un festín de ingeniera mediática para conquistar el corazón de lxs votantes. Siempre se apela a las pasiones. Siempre se busca afectar para que unx vote para que decidan por unx. Para separar –una vez más- la fuerza de lo que puede. Por eso, siempre estamos al borde de la religiosidad… Y las pasiones tristes predilectas del paraíso perdido, del reino prometido son la esperanza y el miedo. Una añora un pasado mítico, otra huye de un pasado aterrorizante. Una sueña con lo que puede venir, otra teme ante lo imprevisible futuro. Paralizadas en el pasado o proyectadas hacia el futuro, ambas dudan y trastabillan en el presente. Padecen: no actúan porque esperan, no hacen porque temen. Y se va del temor a la esperanza y de la esperanza al temor porque son ramas del tronco común de la obediencia política. Séneca conocía esa triste hermandad: “Dejarás de temer, si dejas de esperar”.

La primacía de la obediencia política se mostró nítidamente en el ballotage entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Dejando de lado que las opciones pro-capitalistas hegemonizaron de punta a punta la maratón de elecciones que fue el 2015 , mencionemos antes que nada que, en el plano programático, hasta los propios kirchneristas reconocían que los lineamientos político-económicos del candidato que les eligió “su” jefa era el del macrismo salvo en su celeridad: ajuste en cámara lenta. El triunfo de Macri -y lo que estamos viviendo desde el 10 de diciembre- se adecua a ese pronóstico, que no es otro que el que rige los ciclos vitales de la economía capitalista. Pero lo que nos interesa es otro punto. Ajuste veloz o ajuste lento se iba a decidir en las urnas. Y lo esencial de ese juego sólo se ve desde el corazón. El rejunte de Cambiemos desde su nombre prometía un futuro distinto, la esperanza de otra vida, una vuelta de página a los doce años de kirchnerismo, ese reciente y ominoso pasado (que incluía desde la inflación hasta la inseguridad y el narcotráfico). El Frente para la Victoria, por su parte, enarboló sin medias tintas la campaña del miedo, apeló al fantasma del neoliberalismo y de la crisis del 2001 (bastante más que a los puntos progresistas de los que se jactaban en la década ganada). Obviamente, la eficacia del marketing político tiene su fuente y correspondencia en el cuerpo de la sociedad y en las pasiones que cortan transversalmente las distintas clases sociales. Esperanza y temor para ir a las urnas y votar más economía capitalista, más política estatal, más ideología burguesa. Las pasiones tristes por antonomasia caldearon tanto la coyuntura que en todos lados se hablaba del sufragio del año. Recibíamos a diario (en nuestros lugares de trabajo, en reuniones amistosas o familiares, en encuentros ocasionales) la vehemente insistencia con que sciolistas de toda estirpe –quienes lo votaron porque son sciolistas de la primera hora, quienes lo votaron porque «lo ordenó la jefa» y quienes, tras conocerse la definición mano a mano contra Macri, lo votarían porque, si no, «se viene la derecha»– nos interpelaban para que votáramos lo que ni votamos ni votaremos. La interpelación que más nos sorprendió fue la de aquellxs “autonomistas” que habían pasado años denostando sin matices desde cualquier intento de (auto)organización hasta las elecciones estatales porque sometían su deseo, sus ganas, su individualidad, etc. El miedo a “la derecha” hizo lo suyo. Lo reprimido autonomista, retornó. Y se pasó sin medias tintas de la indiferencia al “mal gobierno” a devorar la agenda de la burguesía . La religiosidad se paseó victoriosa entre nosotrxs… El Capital, también.

Las elecciones ya pasaron, pero las pasiones políticas se mantienen en primera plana. Es por eso que debemos tomar distancia, dar un paso atrás y re-comenzar otra vez con la premisa de toda crítica, la crítica a la religión. Precisemos: la crítica a la forma de la religión. Es que ésta –la forma- es la que se mantiene, la que se trasviste, se distrae en colores, en tonos, en retóricas que la encubren y hasta la niegan para confirmarla. Su forma: el paraíso perdido al cual regresaremos, tarde o temprano, pero regresaremos. Y una vez que la religiosidad, la continuidad en la forma de la religión, está en marcha (otra vez) no sólo se templan promesas de ineluctable redención, de restitución de un goce perdido sino que también se prepara la liturgia para los fieles, los anatemas para los traidores y las beatificaciones para los mártires de la causa. Tiempos álgidos estamos viviendo. Tiempos álgidos vienen. Pero, en un sentido relevante, nada nuevo para lxs que peleamos contra la relación social capitalista…

¿¡Y qué mejor que para cocinar estas pasiones que un contexto de ajuste!? Ya se sabía antes de las elecciones, la única diferencia entre la tendencia personificada por Cambiemos-PRO-Macri y la tendencia personificada por el FPV-PJ-Scioli era la velocidad con la que se iba a ajustar. Hasta los kirchneristas más enamorados de Ella lo aceptaban (y en voz baja decían que sólo les importaba esperar a que vuelva…). El macrismo ganó en las urnas y está haciendo los deberes como el Capital manda, con una celeridad que no sorprende, con un ánimo revanchista elocuente. Si se trata del análisis concreto de la situación concreta, no podemos no decir que todavía tanto los productos del trabajo humano como la capacidad de trabajo de la mayoría de los seres humanos toma la forma de mercancía. El despliegue de las contradicciones inherentes a la producción mercantil capitalista nos conduce a los vaivenes del ciclo económico y a la ineludible lucha de clases… Y así como en la fase ascendente se pavoneaban las políticas progresistas, ahora, en la pendiente del ciclo se señorea el ajuste. Hay que darle seguridades a los capitalistas para que la tasa de ganancia vuelva a prosperar: devaluación, endeudamiento, despidos, reducción del déficit fiscal y disciplinamiento de las luchas. El Capital avanza sobre el obrero colectivo. Esa es la esencia de lo que está sucediendo en estas primeras semanas macristas. En esta coyuntura se impone la unidad de acción, es el momento cuando las perspectivas tienden a una inestable convergencia. Unidad del espanto. Hemos dicho, tiempos febriles en los que la confluencia táctica no debe ir en detrimento de la crítica. Hay que afinar el lápiz y matizar en el enredo de posiciones.

Ahora que el kirchnerismo ha dejado el poder ejecutivo del Estado, se encamina a un engorde o duplicación del mito peronista. La mitificación de la “década ganada” va a paso firme y de a poco se irá tiñendo con los colores del origen, se irá añorando como el paraíso perdido , de donde se ha sido expulsado por el 51% de lxs votantes macristas… Se narran a sí mismos que habían llegado al poder (por la ventana, pero habían llegado…) para concretar los sueños por lxs que muchxs pelearon en la década del 70 (que a su vez querían volver a la década del 40…). Ahora ya no están, pero juran regresar. Imploran al cielo que ella vuelva. Y mientras esperan, se congregan fielmente en las “plazas del pueblo” para oír la palabra del profeta de turno. No sería de extrañar que en la peregrinación de retorno al añorado templo estatal estén con ánimos de separar devotos de impíos.

La izquierda partidaria no es ajena a estas prácticas. Sus mitos bolcheviques no cesan de nacer al par de un férreo dogmatismo y de una furia implacable contra lxs “contra-revolucionarixs”. En este punto no tiene nada que envidiarle al kirchnerismo. Sin embargo, la izquierda tiene un sentimiento ambiguo con los números de adeptos que suele movilizar el populismo. Por un lado, babea imaginando qué glorioso será el día que esas masas devengan para sí y noten la verdad escrita en el programa de la izquierda y, sin dudarlo un momento, pasen a engrosar sus filas para encaminarse a la toma del palacio rosado… Por otro lado, la actualidad de su orga se nutre de un goce oculto: la minoría es la muestra de su verdad, la marginalidad confirma su posición: la correcta. ¿Por qué no se suman las masas al caballo de la verdad-verdadera? ¡Los engañan! ¡Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen!

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¿Por qué volvemos a la premisa de toda crítica, a criticar a la religión, a criticar a la forma de la religión? Es que no cesa de nacer. Pero el problema no es la religiosidad en sí sino algo más primario: los procesos de subjetivación; el desarrollo de la conciencia política individual y colectiva que encarnan esas formas políticas; el tipo de relaciones, deseos e intereses que caracterizan la praxis política. Cuando decimos «primario» no nos referimos a la mera biografía (empírica, anecdótica, periodística) de ciertos partidos y grupúsculos, sino a las primeras formas (transcendentales, lógicas y filosóficas) de la conciencia militante: figuras pobres en determinaciones, abstractas y vacías, a pesar de su voraz apetito por encerrar la pletórica realidad en las líneas de «su» programa. Lo cual se nota, fundamentalmente, en la precocidad de los juicios: se levanta el dedo con aplomada impaciencia, se eleva la voz súbitamente para designar la diferencia perspicua entre el todo (lo que ellxs hacen) y la nada (lo que hacemos quienes no somos ellxs). Estas configuraciones primarias y pobres en determinaciones de la subjetividad militante se afanan en lo que es imposible: llegar al fin sin los medios. Paradójicamente, la ilusión retrospectiva de un paraíso perdido y su concomitante impulso hacia un futuro de redención, convierten la política en un voluntarioso inmediatismo que se irrita con lxs que no hacen lo que ellxs hacen. Esa vehemencia a la que nos referimos tiene para nosotrxs un claro sentido político, un lugar central en el momento de hacer política, porque trama nuestras existencias cotidianas en los lugares de trabajo, en la universidad, en el barrio, etc. Ante esa impaciencia política (que conlleva una violencia a veces explícita, a veces en germen), recordamos el lema de Spinoza y su comunidad de amigos: caute. Pero con esto no sólo nos referimos a la cautela en un contexto de pasiones políticas candentes sino también a la paciencia que conlleva una política que anude fines y medios en sí misma, que ella sea su propia mediación. Por eso, para nosotrxs, no hay que ir corriendo a militar a ningún lado, no hay que llevar la revolución a nadie. La política autoemancipatoria es aquí y ahora.

Ante la forma de la religión como centro del proceso primario de constitución de la subjetividad política, allí donde campea lo Irracional, donde resbalan en ineficacia –por insuficientes- los argumentos y las razones , la crítica intenta atravesar los miedos y las promesas, horadarlos con armas infieles: a una pasión sólo la modifica otra pasión. Sin esperar nada, sin nada que temer, la actividad política deviene en incertidumbre y en modestia por su finitud. Por eso nuestro énfasis en que la política es aquí y ahora, contra todo más allá, contra toda trascendencia, contra toda forma-de-religión y teología-política… Ante la repitente y renovada subjetivación religiosa, nosotrxs hacemos política aquí y ahora. Ante la promesa de una vuelta al paraíso perdido para beber eternamente las mieles del Padre-estado-revolución-comunismo, nosotrxs optamos por una política que no aspira a saber qué sucederá con lo que hoy se haga, que no establece fines antes de recorrer el camino: experimentación le hemos llamado a esta noción en números anteriores. Aquí y ahora nos conduce a una práctica política que se asume en el trabajo cotidiano con lo que hay, con lo que somos. Nada de utopismos ni de realismos ingenuos. En el mundo tal cual está siendo. Y eso nos sumerge en las pasiones, en los afectos que constituyen nuestra existencia. Las pasiones tristes, que decrecen nuestra potencia de hacer y de pensar, que profundizan la brecha entre nuestra fuerza y lo que puede, esa es la generalidad de nuestra cotidianeidad. Tierra fértil para el temor, la esperanza, el egoísmo (que tan bien se muestra en la competencia mercantil, en la mano invisible que mece el mercado), la mala conciencia, el resentimiento, la superstición paranoide… Estamos allí, somos eso. No es casual que en todos los ámbitos de la vida nos encontremos con los mismos problemas: sumisión a la autoridad , delegación, competencia de egos, ambición, etc. Si esto pasa del lado del mostrador del capitalista colectivo o de “los malos” en general no nos sorprende ni nos importa. Cuando sucede “de este lado”, se reprime, se silencia. Y en el ocultamiento del problema bajo una retórica de la búsqueda de la liberación, del amor, de la revolución, etc., sólo se reproduce el mismo juego de pasiones tristes. Y el silencio sobre ellas, impide su politización, su autocrítica. Pero a no confundirse. En ese silencio, en esa ceguera no hay idiotez sino que también el miedo se mezcla con un goce inconciente.

Es la generalidad de la existencia capitalista. Pero no solamente. Aquí y ahora podemos explorar el pasaje a pasiones alegres… Es infrecuente, es raro, pero no imposible. Nada nuevo de lo que venimos intentando hace más de veinte años desde esta revista…

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En el último número habíamos puesto a prueba una hipótesis: la existencia de la izquierda autónoma. Para tal tarea, habíamos convocado a diversos espacios e individuos que se pudieran sentir interpeladxs por dicha noción. En esta nueva entrega de dialéktica continuamos trajinando esa hipótesis en nuestro dossier. Y lo hacemos doblemente. Por un lado, acercando experiencias de otros colectivos que han respondido al llamado. Por otro, publicando la desgrabación de la conversación que tuvimos en el Colectivo de trabajo a modo de balance de la última revista y de su presentación pública. Allí arrojamos algunas primeras conclusiones, siempre provisorias, de la fertilidad y los límites de dicha conjetura. Páginas mas adelante, en la sección “Artículos varios”, encontramos un ensayo crítico de Emiliano Exposto sobre León Rozitchner y el opaco problema de la subjetividad política. En el mismo espíritu problemático, vuelve “Debates”, una sección que renace de vez en cuando, en la que compartimos un diálogo transatlántico que tuvimos, hace ya un tiempo, con unxs anarquistas españolxs. El disparador fue un texto nuestro del número 25: “El olvido del ser (capitalista). Política, subjetividad, deseo, autoconciencia.” Por último, presentamos una nutrida sección de “Reseñas”. Arrancamos con algo poco común en nuestras páginas, un par de textos sobre las intensas apuestas teatrales de Rafael Spregelburd-Federico Zypce y Silvio Lang. Seguimos con una lectura crítica del siempre renovado problema de los derechos, a propósito de Hecha la ley. (Legislaciones kirchneritas. Apuntes críticos para la reflexión), el libro publicado por el Colectivo de abogadxs populares La Ciega. Por último, nos encontramos alegremente con la invitación a filosofar que nos hace Quentin Meillassoux en Después de la finitud. (Ensayo sobre la necesidad de la contingencia).

Con todo, un nuevo número de dialéktica

Colectivo de trabajo

Febrero de 2016

Lanzamiento: Dialéktica número 29

Efectivamente, dialéktica sigue saliendo…  Se viene el número 29 y van…

Y mientras la revista se encuentra en la imprenta para devenir papel contante y sonante, les compartimos por aquí el sumario y la nota editorial.

dialékticaRevista de filosofía y teoría social

Número 29 / Invierno de 2018

 Dossier – Derivas de la militancia universitaria: laboratorio Puán 480

Escriben: Paula Cabeda, Ulisses, Patricio McCabe, Lilith, Eduardo Glavich, Grupo de Estudio de Antropología Crítica

Artículos varios

Escriben: Mauricio Tragtenberg, Simonetti-Solver, Danilo Castelli, Javier A. Riggio

Aceleracionismo

Escriben: Alex Williams, Nick Srnicker, Franco «Bifo» Berardi

Reseñas

Sobre libros del debate alemán sobre la derivación del Estado, Raya Dunayevskaya, Carlos Pérez Soto y Breaking Bad

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[Editorial]

Remember, remember is always december

Apuntes vernáculos sobre acumulación, reforma y revolución

 

Un fantasma recorre esta bendita tierra austral: el fantasma de Diciembre.

Suficiente es que quienes detentan el poder den un paso en falso para que el espectro del 2001 retorne entre nuestras ropas, desempolve viejos recuerdos de aquellas históricas jornadas y ajuste los cordones de nuestros resecos zapatos para regresar a tomar la calle. QSVT es el idioma decembrista, el abecedario de su idiosincrasia política. Su fuerza y su alcance. Su impulso y su horizonte.

Pero si es el final es en donde partir (como canta La Renga… pero bien podría haberlo escrito Hegel), diremos que la potencia de insubordinación decembrista es la mitad llena del vaso. Porque la evocación de este espíritu desobediente no sólo repite el planteo de sus problemas sino también la constancia de sus soluciones. Si al final del camino nos encontramos con resoluciones capitalistas, es que el punto de partida fueron demandas capitalistas. Es que Diciembre es tanto sus potencias como sus límites.

(…)

Pero aquí, quizás, haya que meter una cuña. Porque la comedia que nos brinda la política autóctona asiste no sólo a sus movimientos cíclicos (correlacionados, en lo estructural, con los tempos y humores de la acumulación) sino también, desde hace unos años, a la irrupción del movimiento internacional de mujeres…

[Para leer la nota editorial completa, ingresar acá]

 

Envío de colaboraciones y comentarios:

dialektica@gmail.com

 Colectivo de trabajo:

Natalia Beistain

Esteban Virgilio Da Ré

Lucas Gomes

Patricio Enrique McCabe

Javier Alejandro Riggio

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dialéktica

Remember, remember is always december… Apuntes vernáculos sobre acumulación, reforma y revolución

… las revoluciones proletarias se critican constantemente a sí mismas,
se interrumpen continuamente en su propia marcha,
vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo,
se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones,
de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos,
parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra
nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas,
retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de
sus propios fines, hasta que se crea una situación
que no permite volverse atrás y las circunstancias gritan:
Hic Rhodus, hic salta!
¡Aquí está la rosa, baila aquí!

K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte

 

(Editorial Año XXVII – número 29 – invierno 2018)

 

I

Un fantasma recorre esta bendita tierra austral: el fantasma de Diciembre. Suficiente es que  quienes detentan el poder den un paso en falso para que el espectro del 2001 retorne entre  nuestras ropas, desempolve viejos recuerdos de aquellas históricas jornadas y ajuste los  cordones de nuestros resecos zapatos para regresar a tomar la calle. QSVT es el idioma decembrista, el abecedario de su idiosincrasia política. Su fuerza y su alcance. Su impulso y su horizonte.

Pero si el final es en donde partir (como canta La Renga… pero bien podría haberlo escrito Hegel), diremos que la potencia de insubordinación decembrista es la mitad llena del vaso. Porque la evocación de este espíritu desobediente no sólo repite el planteo de sus problemas sino también la constancia de sus soluciones. Si al final del camino nos encontramos con resoluciones capitalistas, es que elpunto de partida fueron demandas capitalistas. Es que Diciembre es  tanto sus potencias como sus límites.

Potencia de inquietar la democracia representativa burguesa, de ocupar el espacio público cuando las decisiones de lxs representantes se consideran contrarias a los intereses o deseos propios, a veces de las minorías, a veces de las mayorías. La democracia representativa no se ejercita solamente con el voto, se tensiona en las afueras del Congreso, de la Casa Rosada, etc. Si no me gusta, ocupo. Si no acuerdo, protesto…

Pero esta potencia es la manifestación, al mismo tiempo, de su límite. La acción de protesta es una re-acción, una pasión. Y de las pasiones sabemos, desde Spinoza al menos, que hay algunas alegres y otras tristes. Las primeras incrementan nuestro hacer-pensar. Las segundas, lo empequeñecen y seguimos a merced de la decisión ajena. Entonces la cuestión se mueve para preguntar qué tipo de re-acción, pasión decembrista, acontece cuando lxs representantes ejecutan sin disimulo la parcialidad de sus decisiones ¿Qué pasión predomina, la tristeza o la alegría? El fantasma encarnado, su esencia vociferada fue y es el que-se-vayan-todos-que-no-quede-ni-uno-solo. Su mayor apuesta, una negación absoluta… Y si bien, siguiendo nueva y oblicuamente a Spinoza, toda afirmación implica una negación, diremos que no toda negación afirma, no toda crítica revierte en una apuesta, en una posición instituyente. El QSVT no cuestionó la representación política sino a lxs representantes de turno. Y ni siquiera. Muchxs de lxs que habían sido repudiadxs, escrachadxs, etc., volvieron al ruedo un poquito después… Y menos que menos cuestionó el motorcito de nuestra vida cotidiana, de la reproducción de la sociedad como tal: la relación social capitalista y patriarcal. De esta manera, notamos cómo la potencia también exhibe su límite. Un grito de insubordinación, sí. Pero para que todo se ordene, para que las cosas vuelvan a su curso de normalidad… capitalista. Trabajo asalariado y  representantes que gobiernen (ahora, correctamente) sin la deliberación de sus votantes, como reza la Constitución Nacional. ¿Qué tipo de pasión predomina? La tristeza, sin dudas.

Volvió a pasar hace unos meses, diciembre del ’17, en las jornadas de lucha contra la nueva ley previsional. Pasó otra vez hace unas semanas, cuando Mauricio Macri acudió al FMI y su imagen siguió tropezando escalera abajo a la misma velocidad con la que el dólar subía (y sube). Las redes de comunicación atestiguaron el retorno fantasmático circulando tapas de diarios de los  momentos previos a la caída de De la Rúa, memes en las que se ve a un felino con la cara presidencial huyendo en helicópteros y así… Ya pasó. Puede volver a pasar. Muchxs se frotan la manos, se palmean como diciéndose «yo te avisé, no había que votarlo…» Y como si fuese una prístina concatenación lógica, nos dicen: si Macri fue el retorno al neoliberalismo de la década de los ’90, entonces lo que le sigue es el estallido dosmilyunesco. Tanta repetición cíclica, lejos de marear, a muchxs lxs excita. Creen presentir lo que viene, lo que vuelve.

De manera que captado en su totalidad, en su repetición completa, diremos que un acontecimiento que se reitera tanto en su insubordinación como en su conclusión gatopardista se codea más con la farsa que con el drama, más con la parodia que con la tragedia. Es decir, se muestra  como lo que es: la restauración y conservación del orden de cosas. Lo que cambia para que nada cambie. Diciembre de 2001 se ha tornado un espíritu de pesantez, se ha sumado, más temprano que tarde, a la larga y pesada tradición de muerte que oprime el cerebro de los vivos.

Por eso no importa lo que pensemos sobre lo que «realmente» sucedió en esos días. Si fue una revuelta de la pequeña burguesía y lxs obrerxs mejor calificadxs con el horizonte de una representación política «mejor»; si fue el punto máximo del nihilismo que engendró el neoliberalismo, el resultado fatal de esa trituradora de solidaridad y de encumbramiento del individualismo que fueron los años ’90; si fue la rabia emancipatoria que siempre está, aunque apaleada, en el fondo de no sabemos quienes; si la toma de las calles fue un fenómeno de la inserción real de Argentina en el mercado mundial de acuerdo a su capacidad efectiva de  valorizar el capital… No importa. O mejor dicho, ahora no nos importa eso [1]. Nos importan sus consecuencias, sus efectos. Nos importan las marcas que dejó para el hacer y el pensar político vernáculo.

Porque tan innegable es que la representación política estatal, burguesa renació entre los gritos  del QSVT con una fortaleza inapelable como decir que, frente a un desacuerdo ante el accionar del gobierno de turno, ante el gestor circunstancial de la junta de negocios de la burguesía, se ocupa la calle, el espacio público. Desde los piquetes hasta diciembre de 2017, pasando por el 2008 en el conflicto llamado «campo-gobierno».

Algunxs dirán con razón que lo mejor de Diciembre, en la perspectiva de una transformación  radical de la sociedad, fue la práctica de autonomía y el ejercicio de la autogestión en una escala social hasta entonces poco frecuentada. Algunxs glorifican eso, lo añoran. Sueños de Diciembre.  Pero los sueños, como ya se ha dicho, sueños son.

El macrismo viene rascando la herida dosmilyunesca de la representatividad política. Y lo que brotó de ese corte no cicatrizado en diciembre y amenaza con volver a hacerlo, si bien no  pretende cortar la raíz de nuestro modo de vivir, tampoco permite que sigan gobernando a gusto y piacere… Esa incisión fantasmal en el cuerpo de los representantes autóctonos no logra cerrarse. Lo reconocen algunos movimientos sociales, burócratas sindicales, la mayoría de lxs políticxs profesionales: no hay que descarrillar la gobernabilidad, nada de desestabilización. Se alteran sus corazones cuando el espectro decembrista amenaza con hacerse presente. Lo reconoce el brillante periodista de la derecha autoconciente, Carlos Pagni, y lo dice sin rodeos: el miedo de los representantes con los representados [2]. Pesadilla de Diciembre. Un mal sueño. Y aunque malo, no deja de ser eso: un sueño.

Lo onírico, hasta ahora, y como casi todo lo que hemos intentando, no ha inquietado el soliloquio del Capital, es decir, su autovalorización.

II

QEPD. Démosle un momento de reposo al espíritu de Diciembre para otear en aquello que se  mantiene constante y que no sólo se sacude -un poco- en las jornadas decembristas, aquello  que, fundamentalmente, sucede entre las apariciones acontecimentales de la insubordinación y la restauración. Es decir, mascullemos -un poco- los elementos permanentes que hacen a nuestra coyuntura económica, política.

Y arranquemos por notar que la prédica electoralista que se repite en la boca de la militancia de izquierda asevera que el problema actual de la Argentina se encuentra en la Quinta de Olivos. Sí, el gobierno Macri ajusta de forma abierta y recrudece las condiciones de vida dela clase trabajadora. Pero si nos proponemos un análisis serio, nunca neutral, debemos abandonar una periodización al gusto de la vieja historiografía clásica, con sus bustos y nombres solemnes. El capital es global, más que nunca, y sus movimientos hace tiempo que ignoran fronteras y siglas de partidos: la pragmática y la coyuntura concilian lo antes inconciliable. ¿Acaso no fue el  peronismo el que comandó la agenda liberal de los 90? ¿Acaso no es la alianza conservadora  de Cambiemos el que ahora propone el debate parlamentario sobre el aborto?

Si entendemos la Argentina, y cualquier otro país, como parte específica del territorio global por el cual se  extienden las relaciones y las dinámicas del Capital, el análisis sobre su momento debe llevar en cuenta el momento actual que vive el capitalismo: estamos todavía bajo los escombros de la  última gran crisis, la del 2008-9, en una recuperación lenta. Desde el 2012 el Producto Bruto  Interno mundial no logra romper la barrera del 3%, las tasas de interés de muchos países  desarrollados están próximas al 0 (o mismo negativo, como en Japón, Suecia y Dinamarca) y la máquina económica china sufrió un enfriamiento, aunque mantenga una tasa de crecimiento anual arriba de los 5%. Este último hecho ha traído fuertes impactos en la política económica de los países en Latinoamérica, muchos de ellos pintados de desarrollistas por afuera pero  sostenidos por la vieja especificidad de la acumulación de la región, el ahora llamado  «extractivismo» (esto es, explotación capitalista del suelo agrario y minero) que tiene a China como principal cliente.

Aunque buena parte de la izquierda clasista esté trasbordada de fe en escritos y se mantenga fiel a una fotografía de mundo del siglo XX, todavía es necesario gastar tiempo y esfuerzo para entender el mundo en que vivimos. Quizás esa tarea pareciese más fácil, en términos políticos, hasta hace poco tiempo: el capitalismo se confundía con el imperialismo reinante e incontestado de los EEUU. Caída del muro más, caída del muro menos, el principal enemigo, el más feo, el más odiado, era fácilmente apuntado en un mapa; la geografía al servicio de la lucha de clases. Sin embargo, vivimos para ver el día en que el mandatario yankee ignora la OMC y el mandatario del partido comunista chino toma la posta para devenirse en el principal defensor mundial del libre comercio. Si bien Trump indica los rumbos de los renovados nacionalismos en los países desarrollados, en el nivel ideológico no podemos decir que Xi Jinping camine muy lejos: el Estado asegura los intereses de los capitales nacionales, con más o menos democracia, más o  menos libre mercado. Si completamos el retrato con la sombra de Putin, mirando de lejos e intentando estar a la altura, fácilmente nos damos cuenta de la noche que se pinta en el cielo ideológico del siglo XXI, producto, como mencionamos, de la dificultad mundial en encontrar  salidas para la crisis económica.

III

Tratar de entender y prever el contexto sirve únicamente para evitar lo peor que existe en él, si no  queremos jugar el difundido juego del demiurgo revolucionario, el que da las respuestas para la revolución a partir de los escritos solitarios productos de su imaginación iluminada. Las buenas respuestas -potencialmente radicales- para los problemas vendrán de la clase  trabajadora o no vendrán. Es imposible adelantarse a ellas (y es necesario que, como parte de la clase obrera, las impulsemos, las debatamos, las potenciemos…). Por eso la necesidad de adelantarse en lo posible a los problemas y desafíos que enfrentaremos en cuanto clase, para que no nos agarren tan desprevenidos y en pelotas. Desde la debacle del ciclo de acumulación que en Argentina fue nombrado de «nacional y popular», irónicamente dependiente de la actividad económica de las potencias mundiales, lo que vivimos en Argentina hoy es la prolongación del estancamiento económico, tocando la recesión diversas veces en los últimos años (desde el 2011 kristinista). Propaganda fácil por el voto de Scioli, el famoso «regreso a los 90» acierta en la lectura de un movimiento pendular, pero queda extremadamente corto para  entender el contexto económico actual, especialmente a nivel internacional.

Proponemos entonces algunos acercamientos a la pregunta que se podría formular a partir de la lectura militante de Marx para entender los desafíos actuales de la lucha de clases: ¿cómo  podrán los capitalistas inaugurar un nuevo ciclo de acumulación en Argentina? ¿Qué estrategias, instrumentos y formas serán adoptadas para que la tasa de ganancia en la especificidad  argentina vuelva a crecer y permita la extracción óptima y pareada -en caso de que sea posible-  con el nivel global del plusvalor?

Empecemos con algunos de los principales obstáculos a esa nueva reestructuración productiva  argentina. Dato no tan coyuntural pero que apunta a uno de esos principales obstáculos es la relación que el gobierno Macri traba con el sindicalismo. Objeto de la furia de los neoliberales  puros, los sindicatos históricamente cumplieron un rol importante tanto para la clase trabajadora cuanto para las clases capitalistas, en un primer momento organizando de forma autónoma la solidaridad entre proletarios, posteriormente disciplinando y negociando el precio de la fuerza de trabajo de modo ordenado y previsible (aunque generalmente por debajo de su valor), como  parte de las «condiciones generales del proceso social de producción» [3]. Fruto de la  dentificación entre capos de un lado y del otro, del rol que los gestores sindicales fueron  tomando en la apropiación misma del plusvalor de sus supuestos representados, no tardaron en manejar grandes cajas, obras sociales y empresas de propiedad sindical. Universidades,  hospitales, gráficas, hasta clubes de fútbol se encuentran bajo el control de aquél sector que  algunxs han llamado de «capitalismo sindical»[4] argentino, que recientemente ganaron también la empresa de correos OCA. Desde el Estado también hay reparto de dinero por medio de  aportes a las obras sociales, uno de los principales canales de fomento a la burocracia,  conformando esta «economía mixta» gerenciada por los líderes del movimiento sindical (de  quien algunos todavía esperan que convoquen paros generales en favor de la clase explotada).  La cuestión es que este enorme sector de la economía argentina -no sólo las empresas  sindicales sino aquellas ramas de la actividad económica cuya mano de obra es  mayoritariamente controlada por este sector-, al forzar las reglas de competitividad capitalista por medio de la violencia mafiosa se torna uno de los obstáculos para la modernización y la  revolución de los medios de producción. Esto es, impiden el desarrollo de la plusvalor relativo utilizando en su lugar una suerte de «acumulación primitiva» en la modalidad de violencia física en parte respaldada por el Estado. El ejemplo clásico es el gremio de camioneros y la aparente inviabilidad política de expansión de la red ferroviaria en el país, pero otros sectores estratégicos  de la economía también se ven afectados, como la construcción y los puertos. Otro caso parecido es el de las Universidades Nacionales y la organización en claustros. No es de sorprender que en este país la sociabilidad partidaria y de aparatos tenga tanto peso, dado que sus lógicas  funcionan mucho más en sintonía con la fidelidad feudal de vasallaje que con el antagonismo capitalista puro.

Y si hablamos de la Universidad y sus estructuras arcaicas, ambiente de «camarillas» y  relaciones semi-feudales, motivo de dificultad para la intervención macrista, desde la gestión K  vemos otra estrategia de dar nuevos combustibles para la acumulación capitalista. Se trata del  ensanchamiento de la mercantilización, esto es, la transformación en mercancía de cosas que  antes no lo eran, abriendo así novas oportunidades de negocios (id est ganancias), como el arancelamiento de los cursos de posgrado y el crecimiento relativo de la educación superior  privada en modo general. La expansión del número de estudiantes en la universidad privada ha  superado la expansión de estudiantes en las universidades públicas en el período de 1995 a  2015 [5]. Este patrón no se altera en la mitad del período comprendida en la gestión K, entre  2005-2015, con aumentos del número de estudiantes de 15% en las estatales y de 60% en las privadas. Entre 1995-2015, el número de graduados se ha cuadruplicado en las privadas,  mientras que en las estatales se ha solamente duplicado. Si bien el número absoluto sigue  siendo dominado por el sector estatal (aproximadamente 1.5 millones de estudiantes contra 400 mil en el sector privado en 2015), en términos capitalistas lo que vemos es una creciente  participación de la iniciativa privada en la rama educativa superior, que va mordisqueando de a poco al estudiantado y monetizando la educación según la fórmula general del capital, D-M-D’. No tenemos todavía datos consolidados sobre el período Macri pero no debemos dudar de la continuidad de este proceso[6].

Pero uno de los planes más ambicioso de la gestión actual en este sentido está siendo gestada  para la Salud, bajo el simpático nombre de «Cobertura Universal de Salud» (CUS), que en realidad limita los servicios ofrecidos por la red estatal, obligando a lxs trabajadorxs a recurrir al sector privado. El gobierno anuncia este proyecto como la oportunidad para que accedan a la  salud aquellas personas que no cuentan con una obra social. Macri está dándole estatuto de realidad a la salud estatal como un proyecto futuro que está siendo anunciado (y que incluye el sector privado), mientras que el sistema actual «no está vivo ni muerto». El proyecto piloto será aplicado en Mendoza, del gobernador aliado Cornejo (UCR).

Otra manera de mercantilizar más aspectos del mundo son las técnicas de «extractivismo abusivo» (aunque para la insaciabilidad capitalista no existe el exceso), desde la expansión de la soja hasta el fracking y la minería a cielo abierto, prácticas que avanzan sobre el territorio de comunidades y que disminuyen la vida útil de sectores de la clase trabajadora. Los acuerdos de Cristina con Monsanto y su defensa de la industria extractivista expresan la necesidad que el capitalismo local tiene de adecuarse al mercado mundial. El macrismo simplemente cambió el origen de los gestores, transformando YPF en una gran coordinadora de capitales e de infra-estructura, dejando la extracción misma de los combustibles en manos de gestores extranjeros [7]. Por otro lado, el peso dado por el aparato represivo a los conflictos en tierras mapuches responde al interés en garantizar un ambiente estable para la actividad extractivista en el norte de la Patagonia, pacificación militar que es función, todavía, del Estado (mientras que los demás servicios ya pasan a ser realizados por las corporaciones, como la salud y la educación en comunidades gravemente afectadas por las técnicas abusivas [8]). El desarme de sectores económicos controlados por los capitalistas mafiosos y la creación de nuevos objetos mercantilizables son dos estrategias importantes y demandan intervenciones objetivas de parte del Estado. Sin embargo, una de las formas más importantes y fundamentales de la reorganización productiva a nivel global es la formación de nuevas subjetividades proletarias. No es otra la historia del taylorismo, adiestrando para el trabajo fabril a campesinos recién llegados a la ciudad, o del toyotismo, adiestrando para el trabajo intelectual a obreros manuales rudos. La actual ideología del trabajo hace del trabajador un entusiasta, transforma el tiempo del ocio en tiempo de trabajo, transforma el tiempo de esparcimiento en tiempo de formación profesional y la fragmentación espacial en libertad individual. Una fuerza de trabajo organizada en cuentapropistas, sin entidades tradicionales que negocien un piso salarial, sin los derechos que aumentan el «costo Argentina», flexible para responder a las demandas del mercado en una velocidad de recambio tecnológico ya descrita por Marx [9]. El adoctrinamiento ideológico cotidiano que refuerza la economía libidinal capitalista, el deseo de la mayoría de este orden de cosas [10], y que busca modelar la fuerza de trabajo no sólo responde a la necesidad de poner en marcha un aumento del plusvalor absoluto, por medio de la expansión de la jornada laboral,
del trabajo intermitente, del sueldo por productividad, sino que la flexibilización de su formación y estas nuevas sectores de la clase trabajadora tiene en vista también una mejor adaptación al incesante cambio de tecnologías, permitiendo así el desarrollo del plusvalor relativo, necesario para una actividad económica competitiva a nivel internacional. Desarrollo, siempre desigual y combinado.

Si bien la gestión PRO es consecuente con esta estrategia al ofrecer y difundir cursos de programación y fomentar proyectos de emprendimiento para jóvenes, se vio obligada a ceder a la presión «política» del sector sindical y prohibir formalmente la empresa Uber de actuar en el país, aunque bajo el velo de la ilegalidad el servicio siga siendo ofrecido. Es un ejemplo muy expresivo de las dificultades en la aplicación pura de sus lineas ideológicas en el gobierno, para no hablar del gradualismo económico de manera más amplia. De hecho, la industria de las apps todavía no pisó Argentina de manera contundente. Desde Uruguay llegó ya hace un par de años PedidosYa, start-up creada por dos jóvenes universitarios y un amigo de infancia, y que hoy tiene como propietaria del 70% de la empresa la compañía alemana Delivery Hero, dueña de decenas de marcas de servicio de entrega de comida por todo el mundo, incluida Foodora, presente en las principales capitales europeas y en EEUU. El negocio en Argentina todavía está en el estadio más básico: simplemente una plataforma de logística que cada establecimiento contrata para organizar pedidos. Sin embargo, en Uruguay ya están avanzando con el modelo «transnacional» de la industria, que incluye contratar la mano de obra de los entregadores en esquemas de ultra flexibilidad y bajo el control directo del aparato celular [11]. Este modelo de empresa está ensayando su llegada al país y el último intento fue el de la empresa Glovo, que ofrece servicios de cadetería por bicicleta al cliente y una jornada ultra flexible a las supuestas personas que van a andar en bici «y quieren aprovechar elrecorrido para ganarse unos mangos». A estas empresas no les gusta la idea de «trabajador», sino la de personas que aprovechan nuevas oportunidades para ganar dinero, «emprendedoras» ellas mismas de cierta forma. Sin embargo, la Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios, en vez de proceder como los taxistas que atacaban a los autos (y a los trabajadores) que identificaban como Uber, decidió adoptar una posición más «progre» y escrachar la oficina de la empresa sosteniendo un discurso legalista contra el negreo y hasta «internacionalista», reconociendo que la principal mano de obra de esta nueva empresa son extranjeros latinoamericanos recién llegados a la ciudad, no los culpables [12]. Pero más allá del discurso bonito, la verdad es que no le queda otra al sindicato: si aparenta una postura de izquierda es porque tiene que luchar para seguir representando legalmente esta fuerza de trabajo. ¿Organizar a lxs trabajadorxs precarizadxs no sindicallizables por sus propios reclamos? Eso no es tarea para un sindicato. ¿Estará esta nueva fuerza de trabajo a la altura para darle la pelea a las formas de explotación 2.0? ¿Cómo establecer lazos de solidaridad en una forma de trabajo tan fragmentada?

Seguramente en los próximos años veremos el aumento de estas empresas en territorio argentino, incluso la llegada de la gigante Amazon, conocida por el manejo turbio de las relaciones laborales y los conflictos que de ello resultan. Son la expresión acabada del uso de las tecnologías de la comunicación puestas al servicio de la explotación directa y eficiente de la fuerza de trabajo: jornada flexible, control estricto sobre los ritmos y las formas de trabajo, flujo de big data en tiempo real, feedback inmediato de la calidad del trabajo por manos del cliente directo, etc. El wi-fi gratis en el subte y en las plazas no es por «buena onda». Es parte de las condiciones generales de producción necesarias para el siglo XXI.

Asimismo, también el Capital tiene a disposición herramientas ya muy conocidas por estas tierras: las paritarias. La reducción de los salarios por medio de aumentos por debajo de la inflación real es un mecanismo importantísimo para el momento actual: por un lado aumenta la ganancia de los empleadores, por otro ayuda a bajar la inflación que asusta a los inversores. Obviamente que las cosas son mucho más complejas y nada resulta tan fácil. El aumento de las tasas y la reforma del aparato estatal no alcanzan para disminuir el déficit fiscal, especialmente frente el endeudamiento desenfrenado. Otra herramienta monetaria para bajar la inflación, los títulos del Banco Central (las LEBACS), que absorben los pesos del mercado y supuestamente disminuyen la oferta de dinero, va costando cada vez más caro al gobierno debido a las tasas de interés artificial y también corre el riesgo de una corrida hacia el dólar [13]. Si no hay un aumento constante y estable de la actividad económica y de la recaudación fiscal, las deudas se volverán cada vez más difíciles de pagar, confirmando, aunque por otras vías, la analogía de los 90…

Y es que sin inversión no hay recuperación capitalista. La inversión es el determinante en la  actividad económica capitalista, y si no hay perspectiva de rentabilidad, no habrá inversión: es la llamada «huelga de inversiones» [14]. Acordémonos que justamente Trump representa en EEUU una nueva estrategia de los países desarrollados en abandonar acuerdos comerciales colectivos para realizar bi-lateralismos que resulten beneficiosos solamente para el lado más fuerte. Es una fuerte pugna entre los capitales nacionales y las empresas transnacionales, de ahí la amenaza que el excéntrico empresario yankee hace contra las empresas que producen afuera las mercancías vendidas adentro de sus fronteras. Es una reedición de la alianza entre trabajadores nacionales y burgueses nacionales para impedir la exportación de capital y generar más inversión interna («Made in USA», «America first», etc). Es ciertamente un escenario abierto, no queda claro si estos movimientos van a lograr ganar la puja con las empresas que actualmente expresan el proceso de globalización del capital, o si nos encaminamos de hecho hacia una nueva guerra imperialista. En este momento de retracción geopolítica de los EEUU y de expansión de la influencia china, es probable que en los próximos años nos acostumbremos cada vez más con la llegada inminente del capital del partido comunista chino determinando ya no más solamente el precio de las commodities sino la infra-estructura latinoamericana (como en el plan IIRSA), el mercado de crédito (como en la PDVSA, la estatal petrolera de Venezuela) y el mercado de trabajo (como las recién llegadas automotrices chinas en el Mercosur).

IV

El mencionado editorialista de La Nación señala con óptica de clase que luego del «derroche» de los años kirchneristas ha llegado el momento del «ajuste en la productividad, de la normalización del país» y agrega que «es imposible realizar ese ajuste, es imposible realizar la normalización de la economía con miedo de los dirigentes a los dirigidos. Y es imposible no tener miedo si no hay una dirigencia legitimada, autorizada, con autoridad política y podríamos agregar moral». El origen del miedo de los dirigentes a los dirigidos, señala, tiene una fecha muy precisa (¡adivinad!): el 20 de diciembre de 2001. (¡Correcto!)

¿Cómo legitimar una dirigencia política en tiempos de «normalización» de la economía? El kirchnerismo lo hizo claramente en tiempos de «derroche» económico estimulando, a niveles importantes, el consumo. Y a través de la relegitimación de la representación política había logrado subsumir casi totalmente la sociedad en el Estado. Sin embargo, en el último tramo y en forma coincidente con la caída en el régimen de acumulación, había empezado a reprimir de manera selectiva a sectores del mundo del trabajo. Mientras las marchas en la capital se hacían «en chancletas», en la Panamericana (Kraft, Lear, etc.) y en las provincias, donde pueblos originarios se asientan en zonas consideradas estratégicas por la minería, la Gendarmería se iba entrenando para lo que sería un despliegue represivo de largo aliento.

El gobierno actual se enfrenta, entonces, al dilema de cómo ajustar la economía sin dilapidar su capital acumulado de representación. En las jornadas del último diciembre, podríamos decir que el ajuste tocó un cable de alta tensión que fue la aprobación de la reforma previsional. Luego de la jornada del 18 de diciembre, la popularidad del presidente cayó varios puntos no importa qué consultora se considere. Durante el verano empezaron los canticos en las canchas y hoy se empiezan a percibir con más nitidez las fisuras en el bloque gobernante a partir de los obstáculos que los radicales ponen a distintas iniciativas (reforma jubilatoria docente, decreto antiinmigrantes, el tarifazo o las excarcelaciones de opositores).

Parece que el ajuste desbarajusta el modo de dominio de clase que conocemos como democracia representativa. Sin embargo, esto no sucede en todas las geografías. La especificidad argentina consiste en una sociedad pródiga en movilizaciones, «la calle» es un actor político de un modo que no lo es en otros países… Algo de esto señala Mujica cuando dice que «si en la Argentina pasaba lo de Lula era un incendio, daban vuelta Buenos Aires»[15].

Sin embargo, otra especificidad nacional consiste en el papel relevante de la burocracia sindical como mediadora entre el capital y el trabajo. Como si hubiese pasado un tiempo inmemorial de la «toma del acto» de la CGT en marzo del año pasado, este 21 de febrero se desarrolló una enorme movilización que fue parte aguas en varios sentidos. Fue leída por los medios hegemónicos como una suerte de blindaje popular sobre Moyano que le permitiría evitar un destino judicial. Incluso el discurso del propio Moyano parece ajeno a esta interpretación cuando señala que «por ahora» no tiene ninguna causa en la justicia y que puede ir preso si la justicia lo determina. Puede leerse también como un globo de ensayo para ver la reacción popular frente a un previsto encarcelamiento de Cristina. Sin embargo, más allá de esta historia de individualidades en peligro también puede verse un realineamiento de sectores de trabajadores en una suerte de nueva CGT con capacidad de movilización en la que confluyen sectores privados de alta densidad sindical (camioneros y bancarios), estatales, docentes y los movimientos sociales asociados al precariado.

Además, vale la pena indagar, sobre la forma y contenido de esta movilización. Un fuertísimo aparato de los camioneros evitó los «desbordes» del 18 de diciembre y ofició de ejemplo de lo que debe ser una movilización previsible. Aunque, hay que decirlo, el espectro decembrista no se hizo sentir ese día. Por eso, contrapongamos a esta situación el cuadro que ofrecieron las movilizaciones del 14 y 18 de diciembre donde cientos de miles de personas confluyeron sobre un Congreso donde 300 diputados tomaban una decisión a todas luces impopular. Una vez más la representación política quedó mal parada frente a la presentación de los cuerpos de los afectados. December.

Moyano, el orador estrella de la fecha, se vistió con los trajes de la restauración y completó el ciclo decembrista. Tras la calle, el orden. Lo hizo, pero no lo sabe… (¿No lo sabe?) En su discurso, Moyano, frente a la multitud disciplinada, advierte que «no somos antidemocráticos, no somos desestabilizadores» y pondera que la solución está en las urnas cuando afirma churchillianamente «Toda victoria es relativa, toda derrota es transitoria. Por eso preparémonos los trabajadores cuando llegue el momento de expresar la voluntad democrática que siempre hemos tenido, sepamos elegir y aquellos que se pueden haber equivocado, que reflexionen, los gorilas no pueden estar más en la conducción del país porque nos quieren quitar la dignidad a los hombres de trabajo y no lo podemos permitir jamás.» Is always december…

Más claro, imposible. QED.

V

La potencia y el límite de Diciembre. La calle… y a casa. Las dos caras del fantasma, la marca doble, la herida bifacética decembrista. Por eso no resulta llamativo ambas cosas: que se tensione la calle cuando las cosas no gustan y que se vuelva a casa cuando todo más o menos se acomodó. Y en esta dinámica lejos está de ser puesta en cuestión la vida como un cúmulo de mercancías, la vida capitalista. El anticapitalismo como crítica y el comunismo como apuesta política, como (al menos el intento de) afirmación de otro modo de existir, no gozan de buena salud. Acá la herida parece ser de muerte. Porque si bien existimos colectivos, movimientos y espacios que tenemos como epicentro de nuestra labor teórica, política, etc., estas coordenadas –el anticapitalismo y el comunismo–, sabemos que no es lo general, lo dominante, lo hegemónico. Somos casi un accidente. Lo sustancial, lo que se impone con una fuerza insoportable es la existencia capitalista. Nos quejamos por el precio de las cosas, no porque las cosas tengan precio. Nos quejamos porque nuestrxs representantes estatales son corruptxs, idiotas, mentirosxs, avarxs, etc., no porque tenemos representantes. Nos quejamos porque nos pagan poco, no porque estamos obligadxs a trabajar por un salario para luego cambiar esos billetes que llegan a nuestro bolsillo en comida, alquiler, viático, etc. Nos quejamos como consumidores, no nos afirmamos como productores.

Digamos de inmediato que lejos estamos que no nos afecte el precio de las cosas, las decisiones de lxs representantes estatales de turno, el decreciente poder adquisitivo de nuestros salarios, por mencionar sólo algunos aspectos. Lo que queremos enfatizar sonlas preguntas que no se hacen, los problemas que no se perciben ni se piensan. Y cuando esto sucede, cuando la vida capitalista no se cuestiona, más temprano que tarde las soluciones burguesas se enfilan de acuerdo a su ser esencial, a su concepto: la valorización del valor. Y cuando la relación social capitalista no se discute, ni siquiera nos incomoda, la crítica (y menos que menos el esbozo de su superación comunista) no tiene espacio para arrancar…

Pero aquí, quizás, haya que meter una cuña. Porque la comedia que nos brinda la política autóctona asiste no sólo a sus movimientos cíclicos (correlacionados, en lo estructural, con los tempos y humores de la acumulación) sino también, desde hace unos años, a la irrupción del movimiento internacional de mujeres. La política argenta ha sido violentada por el NUM. Décadas de trabajo político, lento y paciente, de las organizaciones de mujeres han tomado una inédita masividad y relevancia en la arena pública. Los Encuentros Nacionales de Mujeres (ya pasan los treinta) han venido siendo uno de los modos de organización de la heterogeneidad del movimiento, donde feministas liberales, estatistas, anticapitalistas, etc., convergen teniendo como punto de apoyo común la pelea contra la opresión machista. Ese trabajo de años salió e irrumpió en la vida política, con sus potencias y sus límites, como no puede ser de otro modo. Pateó la mesa y todo indica que no se retirará.

Los 8M, los dos paros internacionales de mujeres, son muestra de un movimiento que interpela la dimensión global e intersticial del patriarcado. Y, además, allí nos topamos con algo que en diciembre es, en su generalidad, esquivo. Nos referimos al nombrar –al menos nombrar– al capitalismo como parte del problema y no de la solución. En los últimos dos 8M no sólo se planteó la dimensión internacional (es decir, el rebasamiento de la dimensión estatal-nacional) de la pelea sino también se afirma sin vueltas, en los documentos de esas jornadas [16], el carácter antipatriarcal y anticapitalista de la lucha de mujeres. Si bien se puede mencionar que no es ese la característica de todo el movimiento, que no todas las corrientes internas son críticas de la relación social capitalista, a pesar de que se escriba en un documento, se lo lea ante decenas de miles y se lo circule por todos los medios de comunicación posibles, ¿cómo no ver en esto un paso adelante con nuestro retornante diciembre, si hasta la gran mayoría de las izquierdas argentinas terminaron, con una velocidad sorprendente,enfilando sus esfuerzos militantes hacia la representación política burguesa, el «salto» a las elecciones? Y cuando se juega en esa palestra, se sabe, del capitalismo no se dice ni mu… no se vaya a piantar el electorado.

Pero el movimiento de mujeres no sólo da cuenta de su potencial radicalidad cuando enuncia su internacionalismo antipatriarcal y anticapitalista ante decenas de miles. La crítica feminista se está desplegando, no sin tensiones ni desprolijidades, desde lo que pasa en el Congreso hasta lo que pasa en las orgas (pretendidamente) revolucionarias. Desde lo que pasa en las calles hasta lo que pasa en las casas y las camas. Se ponen en cuestión desde las opresiones más evidentes y naturalizadas hasta las prácticas y discursos dizque revolucionarios. Las denuncias de acoso, abuso y violencia machista aparecen todos los días en los espacios de todos los colores.

En este marco general sería poco referir la discusión del aborto al intento maquiavélico del macrismo para ocultar, con tan candentedebate, el fondo de una situación económica que lejos está de asegurarle el triunfo en las elecciones del año que viene [17]. El problema del aborto legal como discusión parlamentaria tiene una historia de lucha y de militancia de ese heterogéneo campo político –como lo son todos– que es el feminismo. En esa multiplicidad de posiciones, claro está que hay algunas que consideran la pelea por el derecho al aborto como el horizonte estratégico… Reforma y reforma.

Nos sentimos mucho más interperladxs, en cambio, por aquellas que la consideran una pelea táctica, un paso más en la batalla contra el patriarcado, contra la opresión machista. Táctica de una pelea que no termina con el reconocimiento estatal. No termina y ni siquiera comienza. Porque hay vertientes del feminismo que no sólo tienen como horizonte una sociedad más allá del Estado patriarcal y burgués, sino que tienen una riqueza particular en su punto de partida, en el re-planteo del problema, que da un paso más en torno al debate entre legalización y despenalización. Esta perspectiva, como es de esperar, no es la que se pasea por las razones principales de la pelea por el derecho al aborto. Porque cuestiona al aborto como problema. La cuestión de si el aborto debe ser legal o no penalizado es una discusión derivada. Porque la situación de aborto es un punto de llegada, un resultado problemático. Y lo que buscan desnaturalizar es el proceso que supone ese resultado no buscado. Dicho de otro modo, esta mirada feminista critica las relaciones sociales, sexuales, que resultan en ese embarazo indeseado. Esas relaciones son patriarcales hegemónicamente. De nuevo, desde las más violentas y naturalizadas hasta las escurridizas y sutiles. Esta veta a criticar se abre de la mano de la fértil sentencia: lo personal es político. El mundo en general y el mundillo de la militancia política en particular ya no son lo mismo. Reforma y revolución.

Con todo, digamos que en el último par de años todos nuestros espacios de activación política, todos los momentos de nuestra vida cotidiana han sido atravesados por las problemáticas que plantean los feminismos. Puntualmente, es una intervención que está dando una vuelta de tuerca más al problema de las relaciones desiguales de poder hacia dentro de los grupos, movimientos y partidos que anhelamos y proclamamos concientemente la revolución, la emancipación humana, etc. Empezar a trabajar estas cuestiones supone, empero, un largo recorrido. El reconocimiento de ese potente y profundo proceso, sin embargo, no debe perder atención al siempre latente riesgo de la esencialización: «no importa lo que digan, si lo dicen las compañeras, entonces debe ser verdad.» Desafío complejo en el que la potencial radicalidad se irá actualizando en nuestras prácticas o no, en el que las poco diáfanas vinculaciones entre la dimensión antipatriarcal y anticapitalista irán encontrando un cauce común o no. Dicho problemáticamente, ¿hay en esta irrupción de los feminismos, tanto por sus formas organizativas como por el contenido de sus luchas, una dimensión que pueda sacarnos de la repetición decembrista, de ese retorno irrefrenable del pasado que se retuerce sobre el olvido del comunismo, sobre la aceptación de la vida capitalista como si esta fuese el fin de la historia? ¿Hay una fuerza que, convergiendo y nutriéndose recíprocamente con los elementos no mayoritarios de la crítica al capitalismo, pueda producir la abolición tanto de la represión machista como del monólogo del Capital? A nadar se aprende en el agua…

VI

Antes de finalizar esta editorial, presentemos sucintamente este nuevo número. Comenzamos dedicando el dossier a la profundización de críticas y apuestas por otro modo de hacer-pensar las cosas en territorio universitario. Desde el aula hasta los órganos de co-gobierno. Desde los centros de estudiantes hasta la gremial docente. Experiencias y reflexiones ancladas en un lugar común, la Facultad de Filosofía y Letras: laboratorio Puán 480. Intervenciones puntuales y específicas pero no por eso sin proyección general y universal. En segundo lugar, en la sección «artículos varios» nos encontramos con una heterógenea composición de escrituras dedicadas más a la apertura de problemas que a su clausura con presuntas soluciones: la constitución semiótica de las subjetividades en el capitalismo, el cambio climático, la crítica a los fenómenos burocráticos y el concepto de lo político. También en este número presentamos un par de textos de la fértil discusión propiciada hace unos años con la aparición del Manifiesto por una política aceleracionista. Polémica transatlántica pero con resonancias en nuestras siempre renovadas discusiones teóricas, políticas, etc., en torno a las tácticas, los modos de organización y la constitución de subjetividades cuando lo que nos empuja es el intento de abolición de la relación social capitalista. Por último, en la sección Reseñas pasamos por la tan esperada compilación sobre el debate alemán respecto de la derivación del Estado capitalista, por la intensidad de la vida y el pensamiento de Raya Dunayevskaya, por la peculiar lectura de Hegel que hace Carlos Pérez Soto y para finalizar –ya que de «laboratorios» se trata el dossier– unas líneas sobre la adictiva serie Breaking bad.

VII

El cierre de esta nota editorial nos lleva a su apertura. Más específicamente al epígrafe que elegimos como pórtico a este nuevo número de dialéktica. Si se lee con atención las frases con las que termina el fragmento marxiano, nos damos cuenta que no se trata de una frase en latín (Hic Rhodus, hic salta!) y su respectiva traducción (¡Aquí esta es la rosa, baila aquí!). ¿Es un mero juego de palabras o hay algo más? Marx nada nos dice directamente sobre este punto. Pero como suele pasar, cuando del barbudo de Tréveris se trata, ir hacia su «maestro» puede dar una pista. Sucede que Hegel también nos habla con estas frases en el «Prefacio» a sus Principios de la filosofía del derecho. La primera es una cita de las Fábulas de Esopo (Hegel cita dos veces: en griego y en latín) que luego él modifica sustituyendo “Rhodus» con «la rosa» y el «salta» con el «baila». Y no sólo eso sino que también ofrece, entre varios elementos contingentes (el Estado, la religión, etc.), las razones de ese cambio, lo que implica la modificación: el paso cambiado del salto al baile no es otra cosa que el pasaje de la trascendencia del deber-ser a la inmanencia de lo que es, de lo que está siendo. Nosotrxs decimos, lejos de toda lectura inocente, que en ese aparente malabar de palabras se cifra la diferencia absoluta de un pensar-hacer político que adora mártires pasados y se esperanza con que el cambio radical de la sociedad vendrá en algún tiempo futuro (al que habría que llegar dando los saltos…) con un pensar-hacer político que nada espera para intentar experimentar otro tipo de vinculaciones humanas, que las trabaja en la inmanencia de lo que somos, de lo que estamos siendo.

Esta perspectiva es la razón por la que, cuando Marx dice que la revolución social no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir, nosotrxs lo captamos con matiz hegueliano. Ese tiempo venidero no está en un más allá trascendente sino que está en lo que hacemos aquí y ahora, en el movimiento -el baile- de lo real, en la inmanencia de nuestras relaciones sociales. La elaboración de ese peculiar futuro puede iniciar por quitarse de encima el lastre del pasado, por la necesidad de olvidar, más pronto que tarde, los límites del recuerdo de Diciembre.

Por todo esto, dedicamos este número a lxs que buscan experimentar, aquí y ahora, la danza del porvenir.

Mayo – Junio de 2018

1 El intento de autoesclarecimiento del asunto lo hemos encarado tanto en nuestros nú- meros 14 (primavera 20012) y 15 (primavera 2003), trajinados en aquellos años, como en el dossier del número 23 (primavera 2011), una década después.

2 Editorial de su programa «Odisea argentina» del lunes 16/4/2018. El tema al que nos referimos  se lo puede ver y escuchar a partir del 21’16’’ en este link: https://www.youtube.com/watch?v=p5GIw9dQ-OY

3 V. Marx, K. (2013), El capital. (Crítica de la economía política), tr. P. Scaron, Siglo XXI, Bs. As., Tomo I, vol. 2, cap. XIII, p. 467.

4 Bernardo, Joao e Pereira, Luciano (2008), Capitalismo sindical, Ed. Xama, Sao Paulo. Ver tambien en este numero el articulo de Maurício Tragtenberg.

5 Según un informe del Centro de Estudios de Educación Argentina, de la Universidad de Belgrano, febrero 2018, número 66.

6 Y nos asalta la pregunta: ¿cuándo habrá, en Argentina, el primer paro de docentes universitarios privados? Se trata de un sector del mercado de trabajo que en el largo plazo estará contratando mucho más que despidiendo. Configurado así como sector creciente de la clase, ¿qué nuevas formas de conflicto y de vínculo social pueden surgir en estos lugares de trabajo, qué tipo de trabajador/a será absorbido/a, cómo puede llegar a consolidarse la solidaridad y la resistencia a la precarización ahí?

7 Di Risio, Diego (2017), «Quien gobierna lo ingobernable» en Fractura Expuesta N° 5.

8 Christiansen, Fernando y Chaz, Emilce (2017), «Público, de gestión privada», en Fractura Expuesta N°5.

9 Marx, Op. Cit., p. 382.

10 Ver el editorial de nuestro número 24 (primavera 2012): «Capital: ese brillante objeto del deseo. (O ¿por qué se está tan a gusto con la explotación propia y ajena?)» y el dossier del 25 (otoño 2013): « El olvido del ser (capitalista)»

11 Pedidos Ya! Incorpora servicio de envío, 8 de febrero de 2017, en http://www.elobservador.com.uy

12 Escracharon a la multinacional Glovo, por discriminación laboral, 17 de abril de 2018 en http://www.infogremiales.com.

13 Este editorial se encuentra en proceso de escritura en las mismas semanas de la «volatilidad cambiaria» de principio de mayo y el anuncio del acuerdo con el FMI. La coyuntura financiera del país está tan «volátil» que llegado el momento de circulación de este número de dialéktica puede ser que otras novedades hayan impactado en estas tierras.

14 Astarita, Rolando, Economía argentina 2017. Recuperación anémica, 20 de octubre de 2017 en http://www.rolandoastarita.wordpress.com. Pero resulta más claro para este punto escuchar la voz del bolsillo de un empresario hecho y derecho, el dueño de Edenor, cuando desde el Congreso, contra el «tarifazo», gritaban con el corazón: «Si yo hago un parque eólico como éste y un senador o un diputado me dice que yo no tengo que tener rentabilidad, lo que va a pasar es que no voy a poder hacer otro parque porque, sin utilidad, no hay inversión y, sin inversión, no hay empleo». http://m.lapoliticaonline.com/nota/113141-mindlin-cuestiono-el-proyecto-contra-el-tarifazo-y-advirtio-sin-utilidad-no-hay-inversiones/

15 https://www.pagina12.com.ar/108212

16 El documento del 2017 se puede leer acá: https://www.pagina12.com.ar/24628-por-que-paramos. El del 2018, acá: https://www.pagina12.com.ar/100295-la-marea-feminis-ta-sigue-creciendo.

17 Mientras escribimos esta nota editorial en el Congreso se discute en comisión para llevar a votación la Ley por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

 

Capital: ese brillante objeto del deseo (O ¿por qué se está tan a gusto con la explotación… propia y ajena?)

Capital: ese brillante objeto del deseo

(O ¿por qué se está tan a gusto con la explotación… propia y ajena?)

Dedicamos este número de Dialéktica a quienes luchan, teórica y prácticamente,

contra todas las formas de manifestación de la explotación capitalista.

(editorial Año XXI – número 24 – primavera 2012)

I

Veinte años haciendo filosofía y teoría social. No periodismo.

Eso explica por qué, a diferencia de otras periódicas publicaciones de pensamiento crítico y a diferencia de los copiosos órganos de difusión de las agrupaciones políticas de izquierda, ni reaccionamos con pronunciamientos ante cada episodio de la agenda burguesa ni andamos oliéndole el rastro al Boletín Oficial.

Eso explica por qué, entre otras cosas, hacemos todo cuanto podemos, desde las modestas páginas de dialéktica, por intervenir críticamente en la agenda de los trabajadores –entre quienes nos contamos– y en la agenda de las organizaciones de los trabajadores –en las que participamos–. Para eso asumimos el desafío de no dejarnos aturdir por la industriosa vorágine de «novedades» con que la burguesía formatea nuestra experiencia cotidiana. Un desafío que posiblemente exceda nuestras capacidades (de otro modo, ¿qué clase de desafío sería?)1, pero en esto estriba para nosotros, justamente, hacer filosofía y teoría social con el fin de impulsar y favorecer la autoorganización proletaria sobre bases verdaderas.

La serie completa de editoriales de dialéktica da cuenta –casi hasta el hartazgo– de nuestro punto de partida epistemológico y político: nos interesa abordar la relación entre las partes y el todo social –y no tomar una parte (por ejemplo, algunos años del capitalismo en Argentina) como si fuera el todo–; pretendemos retomar, reformular, impulsar teorías y prácticas democráticas –fundidas en el crisol de la autonomía y la autogestión– para intentar conjurar la heteronomía estructural de toda sociedad que se sustente en la escisión entre dirigentes y ejecutantes; partimos de entender como causa fundamental de los problemas sociales contemporáneos el antagonismo irreconciliable entre el capital y el trabajo e intentamos adoptar la perspectiva de nuestra clase en tanto trabajadores para abordar estos problemas; apostamos por la posibilidad de la humanidad social y no por reforzar la igualdad formal de los celestiales derechos burgueses que encubren las frías y siniestras cadenas de la terrenal desigualdad real.

Nos apoyamos, pues, en aquella serie completa para retomar hoy esta pregunta fundamental de la filosofía política, ya pronunciada por Etienne De La Boétie y por Baruch Spinoza: ¿por qué los seres humanos luchamos por nuestra esclavitud como si lucháramos por nuestra libertad? ¿Por qué deseamos la explotación, la humillación, la miseria, tanto ajena como propia? En condiciones específicamente capitalistas, nuestra pregunta es: ¿por qué las masas estamos contentas con el capitalismo, por qué casi nadie proyecta otra relación con la producción, otra relación con el tiempo, otra relación con sus semejantes?

Tenemos algunas notas para un diagnóstico de este deseo capitalista generalizado. Esperamos que sirvan para provocar el debate y alentar la autoorganización de la clase trabajadora contra el capital y su correlativo Estado.

II

Y si de diagnóstico de las masas hablamos, comencemos por una patología histórica: el estadocentrismo, enfermedad infantil del progresismo. Desde que el proletariado ha engendrado sus propias organizaciones prevalece el objetivo de «tomar el poder del Estado» por sobre todos los demás objetivos de un programa comunista, lo cual explica, hoy, el carácter reactivo, electoralista y oportunista de la izquierda en general. No eludimos el problema, lo formulamos así: en lugar de ocupar el Estado tal cual está, hay que ocuparse de la naturaleza del poder del Estado como relación de clases. Mientras no se afronte este problema, toda la izquierda seguirá siendo tácticamente «progre»: la burguesía estatiza el 51% de YPF, la izquierda exige el 100%; los avatares del capital refuerzan los nacionalismos, la izquierda se suma al reclamo por las Falkland Islands; los trenes que transportan fuerza de trabajo para la acumulación capitalista colapsan, la izquierda exige el control obrero. La izquierda en general busca, así, mejoras progresivas dentro del sistema y punto. Estratégicamente, ha perdido de vista el objetivo de suprimir la relación social capitalista y dedica todos sus esfuerzos a cumplir, apenas, objetivos tácticos que se confunden con la disputa mediática de la agenda burguesa. Una lucha que se manifiesta, además, escindida: lucha económica en los sindicatos, lucha política en el Estado (cuando no lucha organizativa entre organizaciones de izquierda). Así, la izquierda habla casi únicamente la lengua de los explotadores: al pelear por «puestos de trabajo» diluye los problemas que implica la «venta de la fuerza de trabajo»; al pelear por «igualdad de derechos» minimiza que no hay derecho conquistado que no sea «resistencia muerta»; al pelear por votos en las elecciones refuerza la estructura política de la dominación de clase.

Mientras nuestro deseo se mantenga en los límites de la vida burguesa –trabajo, salud, educación, seguridad, vacaciones, jubilación– no habrá mejora en las condiciones para la lucha anticapitalista por más elementos defensivos y pasajeros que obtengamos en las condiciones de vida cotidiana de algunos. Se nos dirá que planteamos insuficiencia en las condiciones subjetivas para la revolución. Sí. Es ineludible la tarea de darnos la lucha en el plano ideológico y teórico, también. Y no sólo eso. Porque el objeto de nuestra crítica es de una naturaleza extremadamente hostil a la racionalización:

En el terreno de la economía política, la investigación científica libre encuentra no sólo al mismo enemigo que en todas las demás esferas. La naturaleza particular de la materia que trata levanta contra ella, en el campo de batalla, las pasiones más violentas, mezquinas y odiosas del corazón humano, las furias del interés privado. La Alta Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, perdonará antes el ataque contra 38 de sus 39 artículos de fe que contra 1/39 de sus ingresos.2

Si la Iglesia es capaz de entregar 38/39 partes de su fe, pero no es capaz de entregar 1/39 partes de sus ingresos, ocurre porque la naturaleza peculiar de la relación capitalista es tan poderosa que puede socavar inclusive los pilares de una institución que se sostiene en algo tan irracional como la fe. Así, pareciera que la ley del valor-trabajo se agitara en el mismo hemisferio de sombra en que se empapa lo irracional. No obstante, el equivalente en dinero de 1/39 de ingresos se obtiene sencillamente, cortando el nudo metafísico con la calculadora. De manera tal que no hay falsa conciencia de la realidad: la conciencia capitalista es tan real como racional. Es conciencia verdadera, pero de un movimiento objetivo aparente: la forma del valor, esa producción social tan históricamente determinada, es, en tanto «objetividad espectral», tan espectral como objetiva. El valor no es una propiedad física ni química, es «simple gelatina de trabajo humano indiferenciado», no tiene un solo átomo de substancia natural… Eppur si muove! Porque una vez puesta en prácticas sociales la relación que funda el modo de vida burgués, el resto «sale con fritas».

El problema, entonces, trajina un plano que no es fácilmente traducible a términos clásicos. Mejor dicho: no es fácilmente traducible a las lecturas hegemónicas de los términos clásicos. Evidentemente, no basta con saber cómo nos relacionamos para que nos relacionemos de otra manera.3 Hay que transformar las relaciones en la práctica misma, comenzando por las organizaciones de la clase trabajadora y pasando por la crítica de la vida cotidiana y de todas las formas de opresión y explotación. La ley del valor-trabajo como un todo capitalista no opera únicamente en el intercambio mercantil, sino también en el contenido y la forma de las relaciones sociales mediante las cuales objetivamos y subjetivamos el sistema capitalista todos los santos días. Desear o no desear la explotación… That’s the question.

III

En los últimos ochenta años, algo falla en el esquema que postula como condición de la revolución la coincidencia de los «factores objetivos» (agudización de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción) y los «factores subjetivos» (autoconciencia proletaria de sus intereses de clase y autoorganización política). Esta «madurez social», subjetiva, superestructural (el paso de la conciencia en sí a la conciencia para sí), no parece realizarse efectivamente (al menos, si observamos la alegría generalizada con el sistema capitalista), al tiempo que aquella «madurez histórica», objetiva, infraestructural, no cesa de ampliarse y profundizarse (al menos, si observamos que ya no queda en el mundo un modo de producción alternativo al capitalismo).

Uno que advirtió esto –hace ochenta años, justamente– fue discípulo de Sigmund Freud: el condenado Wilhelm Reich. Atormentado por el ascenso del fascismo en Europa, se preguntaba cómo la clase social que tenía intereses objetivos puestos en la revolución podía apoyar subjetiva y fervorosamente a sus más dogmáticos explotadores. La izquierda orgánica recurría al siempre a mano comodín del engaño ideológico: «es la falsa conciencia, estúpidos». Pero las consignas científicamente redactadas por el Partido no provocaban en las masas pauperizadas efecto esclarecedor esperado. En su lugar, la hipótesis de Reich era intolerable: No, las masas no fueron engañadas; ellas desearon el fascismo. Por su parte, la funeraria experiencia de los «socialismos reales» exigía pensar, también, que no era suficiente –o, acaso e incluso, que no era posible– una revolución realizada únicamente en el plano de la conciencia. Saturadas de abandonos y confidencias embalsamadas, esas inquietudes críticas orientadas por un proyecto emancipador perecieron bajo el peso del mágico mundo de Disney: tras la Segunda Guerra, el asedio constante de la amenaza roja («¡Medios de producción y GULAG para todos y todas!») fue contenido tras los muros psicodélicos del Estado de Bienestar. Ya no importaba qué habían deseado las masas antes de desear el exterminio atómico de la humanidad. Ahora, al fin, imperaba la consigna «¡Sexo, drogas, rock&roll… y General Electric!».

Pero –hay que reconocerlo– como esto componía la experiencia y el paisaje cotidianos de una exclusiva, excluyente y minoritaria porción de la población mundial, los espíritus bienpensantes arrojados al mundo de esa abundancia existencial –en Europa central y en los Estados Unidos– dirigían sus esperanzas revolucionarias hacia los proletarios del «tercer mundo». Esas esperanzas (que el mercado editorial se encargó de hacer llegar «just in time») suponían el esquema de infraestructura y superestructura que mentábamos hace un rato: «si con las condiciones objetivas dadas –reflexionaba el alma bella y autoflagelante– construimos Auschwitz-Birkenau y destruimos Hiroshima-Nagasaki, ahora, que vivimos fascinados con Freud, Keynes y The Beatles… Va a ser difícil que el chancho chifle»…

…y en eso llegó el Mayo Francés. Hasta Castoriadis, quien acababa de clausurar –tras 20 años de labor colectiva y militante– la experiencia Socialisme ou barbarie porque «no pasaba naranja»4, celebró el episodio afirmando: «cualquiera que sea su continuación, Mayo del 68 ha abierto un nuevo período de la historia universal»5. ¿Cómo pudo ocurrir que, en las confortables y bohemias condiciones de la flânerie propiciada, las masas arrancaran adoquines de las calles con fines mucho menos poéticos que observar si debajo estaba la playa?6 Y, más tarde, cuando resultó que «Nuestra Comuna del 10 de mayo» duró menos que la de 1871… esta otra pregunta: ¿Cómo pudo ocurrir que las principales organizaciones de izquierda colaboraran tan exitosamente con el fracaso de la «revolución anticipada»? Ambas preguntas (cómo puede haber rebelión en condiciones de sufrimiento amortiguado y cómo puede haber conservación del orden desde la organización revolucionaria) señalaba –y señalan aún– un déficit teórico del marxismo (al menos, del marxismo tal como nos ha sido legado por la tradición hegemónica): la opacidad constitutiva de las relaciones humanas, los vínculos y los hiatos entre deseo e interés, la problemática del inconciente.

Por eso decimos que, en la medida en que no haya un deseo masivo de destruir el capitalismo, seguirá habiendo capitalismo. Por lo tanto, una de nuestras tareas primordiales es el trabajo político relativo a las formas de organización, en las prácticas mismas, porque allí se juega lo impensado constitutivo de la subjetividad. Si el contenido ideológico de una agrupación política es el resumen conciente de esa agrupación, la forma en que se organiza esa agrupación es un índice de su inconciente. Esta analogía conceptual –que es también una hipótesis de trabajo– expone la razón principal del dossier que presentamos en este número.

Eso sí: ni renegamos del marxismo ni pretendemos resucitar el freudismo. (Y algo llamado «freudo-marxismo» nos merece opinar nietzscheanamente: una palabra abominable para denominar algo igualmente abominable.) Somos comunistas, no obtusos. Decimos que, mientras haya capitalismo, El Capital (Crítica de la economía política) es y será la obra de estudio obligada para quienes aspiramos y aspiremos a interpretar-transformar, en sentido emancipatorio, la realidad. Y además… decimos que esa obra es necesaria e insuficiente, finita. La «objetividad espectral» del valor nos exige pensar esa mixtura fantasmal y cósica, «suprasensible» y sensible, mágica y natural, metafísica y concreta, sobre la que se sostiene la lógica del capital. Porque si las mercancías «pierden» su valor al ser consumidas, quiere decir que lo conservan en la medida en que circulan, o bien en la medida en que se reintroducen en el ciclo de circulación (lo cual viene a ser lo mismo). Este es el núcleo duro en el que nos encontramos estudiando (sin abandonar las tareas defensivas, inmediatas, de la clase trabajadora): el objeto de la producción social capitalista es la forma del valor –su sustancia es gelatina de trabajo humano indiferenciado, una misma objetividad espectral–, o sea, no un objeto sino un «objeto espectral», brillante objeto del deseo capitalista, ideal sin ser abstracto y real sin ser actual.

IV

Dicho todo lo anterior y re-tomándolo en la actualidad nacional, percibimos -como ocurrió en tantos otros momentos de la historia de los trabajadores- que los problemas que nos planteamos mayoritariamente y el modo en que nos proponemos abordarlos en poco se corresponde con nuestros intereses de clase y en mucho se adecuan a los intereses de quienes nos explotan.

Uno de los aciertos del kirchnerismo como movimiento restaurador de las condiciones capitalistas, luego de la crisis del 2001, fue lograr sellar en los trabajadores problemas y soluciones capitalistas como si fueran problemas y soluciones de y para los trabajadores. En este sentido, todo lo que el kirchnerismo muestra como logro de los trabajadores, es, en lo sustancial, logro de y para el capital, aunque estos logros puedan generar mejores condiciones transitorias para los trabajadores. Nos referimos a los temas que ocupan tanto las cadenas nacionales como las tapas de los diarios y los pliegos de reivindicaciones, comunicados, boletines y volantes de las organizaciones de los trabajadores: los aumentos salariales, la expansión de planes sociales, el mayor presupuesto educativo, la proliferación de legislación y de gestos sobre cuestiones como derechos humanos, minorías, Malvinas, etc., el crecimientos del PBI y de los superávits fiscales, los prometidos planes de créditos hipotecarios, y las tan mentadas estatizaciones.

Si bien algunos de estos logros en gran medida surgen como consecuencia de la lucha de los trabajadores, tiende a devenir imperceptible que son consecuencia de luchas defensivas de la clase y no de luchas anticapitalistas. En otro nivel del mismo problema, mejoras coyunturales en las condiciones de vida de la clase son tomadas como conquistas permanentes, actuando como si se desconociera que el capital avanzará sobre ellas por todas las vías posibles cuando le resulte necesario para abaratar la fuerza de trabajo y relanzar la acumulación. En la actualidad, hasta el pretendido inconmovible Estado de Bienestar europeo muestra fisuras en sus pies de barro y amenaza con derrumbarse para que la relación social capitalista renazca desde las cenizas y escombros una y otra vez…

Las organizaciones de los trabajadores mayoritarias sólo critican los logros burgueses del kirchnerismo en su cantidad (“hay que aumentar más los salarios hasta llegar al fifti-fifti”) pero no cualitativamente: los nuevos-viejos cantos de sirena del capital se les presentan como el non plus ultra, así como a la mayoría de los trabajadores. La clase no sólo no se tapa los oídos para evitarlos y continuar inventando su propio rumbo, sino que baila con su música al ritmo del sufragio y el consumo. Continuamos sin advertir como clase que el aumento salarial como techo para los programas de los trabajadores oculta que el salario es una manifestación más de las cadenas que atan a los hombres al trabajo alienado, y que no cambian su condición opresiva por más doradas que estas cadenas puedan ser (cfr. Cap. XXIII de El Capital). Por otra parte, los aumentos salariales no son sólo ni fundamentalmente medidas de “voluntad política” de un gobierno que “está con los trabajadores”, sino simples reflejos necesarios del alza del ciclo del capital experimentado en los últimos años en Argentina y de su correspondiente lucha de clases. Los techos a las paritarias que vienen de la mano de la “sintonía fina” tampoco significan una traición a los principios o una repentina falta de voluntad política, sino pura coherencia con los intereses que se defienden desde el Estado, cuando se perciben claros indicios de desaceleración económica en el contexto de crisis internacional. Por si fuera poco, el crecimiento del valor absoluto del salario y de su correlativa capacidad de compra, parece embriagar los sentidos para advertir que aumentó la desigualdad relativa del reparto de la riqueza entre trabajo y capital: de una torta más grande, cada vez es mayor la tajada para la clase parasitaria.

Esta lógica del Estado como capitalista colectivo que administra los intereses de la burguesía es la que promueve las estatizaciones de tinte “nacionales y populares”, que en nada favorecen a los trabajadores. Desde una perspectiva sistémica, es necesario que los intereses del capital en general prevalezcan a la ganancia de una empresa privada en particular. El abastecimiento energético adecuado a las demandas de la producción nacional está sobre el usufructo de los hidrocarburos de una empresa en particular: estatícese el 51% de las acciones de YPF. El control del ahorro de los trabajadores desde una perspectiva de conjunto, está sobre el usufructo de esos ahorros por un sector particular del capital: estatícense las AFJP. Y así sucesivamente…

Y no otra lógica es la que gestó los aumentos de los planes sociales a trabajadores desocupados o de menores ingresos y las políticas en educación. La asignación universal por hijo y el eventual aumento del presupuesto educativo son manifestaciones de que el capital, con las instituciones estatales como su instrumento, intenta garantizar la reproducción de los trabajadores como clase en condiciones biológicas y culturales adecuadas a los grados de explotación requeridos por el desarrollo actual del capitalismo en Argentina. Es posible rastrear en las reformas educativas y sus correspondientes leyes las inflexiones de la formación específica que el capital requirió en distintos momentos de su acumulación.

No creemos ser necios: cada uno de nosotros, miembros del colectivo editor de dialéktica, hacemos lo posible en nuestros lugares de trabajo por vender nuestra fuerza laboral en las mejores condiciones posibles. Y, como no creemos ser necios, al mismo tiempo decimos que luchar sólo por las reformas posibles dentro del capitalismo es necesario, pero no es suficiente para un proyecto que intente superar el estado de cosas actual. En eso estamos y seguimos… veinte años después de nuestro primer número…

Colectivo de trabajo.

Agosto 2012.

1 No ignoramos que la sociedad del espectáculo ofrece en los medios de comunicación su aspecto apenas restringido. Pero si la comunicación parece utilizar a las relaciones sociales como instrumento no es porque éstas sean neutras, sino justamente porque la instrumentación es su automovimiento total. Si las relaciones humanas tienden a no poder ejercitarse más que por mediación de la potencia de comunicación instantánea, ¿cómo no ver que esta comunicación es esencialmente unilateral, o sea, cómo no ver que «todo fluye», sí, pero fluye siempre para el mismo lado (burgués)?

2 El Capital (Crítica de la economía política), “Prólogo a la primera edición”, trad. Vicente Romano García, Madrid, Akal, 2000, p. 19.

3 «En realidad, el carácter de valor de los productos del trabajo se consolida a través de su actuación como magnitudes de valor. Estas últimas cambian constantemente, con independencia de la voluntad, la previsión y la acción de quienes los intercambian. Para ellos, su propio movimiento social posee la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control se hallan en vez de controlarlas ellos. Se requiere una producción de mercancías enteramente desarrollada antes de que nazca de la misma experiencia el conocimiento científico de que los trabajos privados, universalmente dependientes unos de otros como eslabones de la división social del trabajo, se reducen continuamente a su medida socialmente proporcional, porque en las relaciones de cambio, casuales y siempre oscilantes, de sus productos se impone a la fuerza, como ley natural reguladora, el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, algo así como se impone la ley de la gravedad cuando se derrumba una casa. La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, pues, un secreto encerrado bajo los movimientos aparentes de los valores relativos de las mercancías. Su descubrimiento elimina la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, mas no elimina en absoluto su forma objetivaEl Capital (Crítica de la economía política), trad. Vicente Romano García, Madrid, Akal, 2000, tomo I, volumen 1, pp. 106-7. Resaltamos.

4 Ver «Socialismo o Barbarie. Apuntes para la crónica de una separación (¿o serán varias?)», dialéktica, año xvii, número 20, Buenos Aires, primavera 2008, pp. 54-65.

5 «La revolución anticipada», panfleto mimeografiado y difundido entre el 20 y el 30 de mayo de 1968, en AA.VV., Mayo del 68: La brecha, trad. Ricardo Figueira, Buenos Aires, Nueva Visión, 2009, p. 70.

6 El Cordobazo provocó análoga perplejidad en los funcionarios del onganiato, quienes se preguntaban por qué los obreros mejor pagos del continente armaban semejante quilombo.

Para todos y para nadie – Hacia una crítica de la subjetividad militante

 

Para todos y para nadie

Hacia una crítica de la subjetividad militante

Dedicamos este número de dialéktica a quienes luchan por destruir

el mundo que necesita dirigentes para hacer políticay religiones para vivir.

(Editorial – Año XXII – número 25 – otoño 2013)

1.

Entre las innumerables declaraciones suscitadas en la izquierda por la muerte de Chávez y la entronización del nuevo Papa –ni hablar de las suscitadas en el progresismo–, no hemos dado con una sola que destacara lo que para nosotros es fundamental.1 Aun si hubiéramos leído o escuchado alguna crítica al liderazgo y alguna crítica a la religión, no sería ése el punto de partida de nuestro planteo. Porque lo que debe ser criticado –teórica, práctica y despiadadamente– es la relación social que necesita líderes para hacer política y religiones para poder vivir.2 Recordemos, una vez más, la premisa de toda crítica:

El fundamento de la crítica religiosa es: el hombre hace la religión, y no ya, la religión hace al hombre. Y verdaderamente la religión es la conciencia y el sentimiento que de sí posee el hombre, el cual aún no alcanzó el dominio de sí mismo o lo ha perdido ahora. Pero el hombre no es algo abstracto, un ser alejado del mundo. Quien dice: «el hombre», dice el mundo del hombre: Estado, Sociedad. Este Estado, esta Sociedad produce la religión, una conciencia subvertida del mundo, porque ella es un mundo subvertido. La religión es la interpretación general de este mundo, su resumen enciclopédico, su lógica en forma popular, su point d’honneur espiritualista, su exaltación, su sanción moral, su solemne complemento, su consuelo y justificación universal. Es la realización fantástica del ser humano, porque el ser humano no tiene una verdadera realidad. La guerra contra la religión es, entonces, directamente, la lucha contra aquel mundo, cuyo aroma moral es la religión.3

De ahí que nuestra lucha se dirija fundamentalmente contra las siniestras cadenas que nos oprimen (la relación social capitalista), no simplemente contra las flores ilusorias que las recubren (el Estado), no simplemente contra el aroma moral que las embriaga (la Religión).

Desde esta perspectiva, la serie completa de editoriales e introducciones a cada dossier de dialéktica compone nuestro modesto intento por intervenir en la agenda de los trabajadores, entre quienes nos contamos, y en la agenda de las organizaciones de los trabajadores, en las que participamos. Intervención que consiste en el esfuerzo por plantear los problemas de nuestra vida cotidiana en contra de la manera burguesa de plantearlos y a favor de la autonomía de la clase trabajadora. Por eso, si bien afirmamos la necesidad de luchar por mejoras salariales, por la ampliación de derechos, por una mayor participación en las instituciones burguesas… no perdemos de vista que estas reivindicaciones reclaman soluciones dentro del sistema capitalista. Cuando, muy por el contrario, nuestro objetivo es la radical destrucción del capitalismo, no su reproducción ampliada.

2.

Si al lector distraído se le pasó nuestro anterior editorial («Capital: ese brillante objeto del deseo»), le contamos que allí pusimos en cuestión el estadocentrismo –tan característico de los progresistas como de las izquierdas– y su consecuente compulsión a repetir la agenda burguesa. Y que, además, nos preguntamos por qué estamos masivamente tan contentos con el capitalismo, por qué casi nadie proyecta otra relación con la producción, otra relación con el tiempo, otro tipo de sociedad. Si, ahora, el mismo lector está ávido de novedades, le pedimos que no se precipite en la búsqueda de aquel número ya que no dimos con una respuesta clara, precisa, al problema que formulábamos.

Sin embargo, retomamos un planteo que no atendiera tanto al contenido ideológico que pregonan sin cesar las agrupaciones políticas –muestra palmaria de su conciencia– como a la forma de organización de las mismas –índice revelador de su inconsciente–. Pues pensamos que el tipo de relación social característica de un colectivo de militantes señala un contenido latente (la dinámica de organización), a menudo contrario al contenido manifiesto (la retórica del programa). Por alguna razón, lo primero que hace el militante por la emancipación humana es someterse a un dirigente en la estructura jerárquica del Partido o del «movimiento». Ni hablar de la imposibilidad del proyecto populista de «liberación» a través del Estado, el mito y el culto a la personalidad del líder: ¿qué «liberación» empuja a un militante a adoptar medios de humillación y obediencia para alcanzar su objetivo? También nos interesa interrogar esa experiencia crítica de las corrientes que, para abreviar, llamaremos «post-nietzscheanas»: ¿por qué razón esa experiencia crítica es tan aguda a la hora de problematizar el cuerpo, sus géneros en disputa, las relaciones de poder que los penetran, las bio y las anatomopolíticas, y a la vez es tan obtusa para problematizar el cuerpo asalariable, el cuerpo academizado, el cuerpo familiarista, el cuerpo conyugal?

Algo de esto quisimos indagar en el dossier que preparamos para este número. Afrontar esas perplejidades exige, desde nuestro punto de vista, hacer una genealogía del problema de la (auto)conciencia en general y de la (auto)conciencia de clase en particular. Que es lo que ensayamos en la introducción «El olvido del ser (capitalista)». Porque la autoconciencia no existió siempre. Tuvo su punto de aparición, de «emergencia», su Entsehung, en el juego beligerante de dos sistemas de sumisión: el orden feudal y la sociedad burguesa. Y tuvo su fuente, su «procedencia», su Herkunft, allí donde el cuerpo y la historia hallaron una singular articulación: trabajo y capital.4 De tal modo que el problema de la (auto)conciencia emergió en un determinado estado de fuerzas económico-políticas en lucha y procedió marcando el cuerpo humano de una determinada manera. El resultado de estas tribulaciones, alientos y hartazgos se verá en las páginas siguientes.

3.

Que la universidad ni empieza ni termina en los muros de un edificio ha sido demostrado en dialéktica, por lo menos, desde que exhibimos las tareas de legitimación que asume la filosofía académica5. En el presente número, la sección Universidad incluye dos documentos que ilustran cabalmente esa tesis. En uno, el colectivo Edu-Factory, explica la crisis de las universidades en el marco de la crisis económica mundial. Y entre las dos respuestas hegemónicas –nostalgia populista por los escombros y avidez liberal por venderlos al mejor postor–, propone una tercera, ya en marcha como tendencia concreta a nivel interacional: la autoformación. Por su parte, el colectivo de estudiantes y trabajadores de la salud Producción horizontal6 narra y analiza el revés sórdido y oscuro de los relucientes delantales médicos: «Llevo 36 horas sin dormir… ¿te opero?, ¿te medico?» es la proposición que anuncia crudamente cómo es la vida de los residentes y cómo son las condiciones en que se ejerce la medicina en Argentina.

Y es tal la internacionalización de esta praxis autoformativa, que en este número no sólo tenemos como ejemplar vernáculo la sección permanente Agenda y actividades (en la que se detallan grupos de estudio, materias y seminarios colectivos, revistas autogestionadas) sino también, en la sección Reseñas, la presentación de Lo común en litigio, el primer libro del grupo de pensamiento Polética, producción de completa factura colectiva y autónoma. También tres textos que miran al sesgo los problemas que atraviesan el dossier: Reich habla de Freud, que recupera una larga entrevista al díscolo discípulo del interpretador de sueños y en la que no sólo se habla de las tensiones de dicha relación sino también del deseo y la muerte; El poder, una bestia magnífica, reciente compilación de textos de Michel Foucault, en los que se interroga renovadamente sobre temas que ya tienen su marca: el poder, la prisión y la vida; Narraciones de la independencia y Rebeldes y confabulados, dos reciente libros de Dardo Scavino en los que propone una mirada lacaniana de los procesos de subjetivación en América Latina y, particularmente, en Argentina. Abre esta sección el comentario sobre El marxismo y la filosofía del lenguaje, del ruso Valentín N. Volóshinov.

E incluimos, en Artículos varios, «Las flores del delirio (Valor crítico y sentido clínico de Proust y los signos)»; ensayo que pretende inscribir cierto movimiento del pensamiento de Gilles Deleuze en la problemática más general de la constitución de subjetividades.

4.

La autonomía de la clase trabajadora es autoconciencia de la histórica autoproducción humana en y con la naturaleza. Si la emancipación de los trabajadores será obra únicamente de los trabajadores, entonces en lugar de una política de masas preferimos ampliar una forma de hacer política. Sin patrones, sin dioses, sin Estados, sin representantes, sin ídolos, sin fetiches, sin naciones, sin maridos, sin esposos, sin policías… Sin esperanzas mesiánicas y sin miedo a equivocarnos. No queremos tronos de ningún tipo. No queremos dirigentes. Ni religiones. Ni muchedumbres obedientes.

Compañeros de viaje necesito, compañeros vivos, — no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero.

Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito, que me sigan porque quieran seguirse a sí mismos — y vayan allá donde yo quiero.

Una luz ha aparecido en mi horizonte: ¡no hable al pueblo, Zaratustra, sino a compañeros de viaje! Zaratustra no debe convertirse en pastor y perro de un rebaño.7

Colectivo de trabajo

Mayo de 2013.

1 Ver en este número de dialéktica la declaración del Colectivo de co-organización militante (Nodo): «Ni un líder secular ni un líder religioso: por una política sin dirigentes» (abril 2013).

2 Si el lector se pregunta qué tiene que ver Bergoglio con Chávez, dejamos que responda Nicolás Maduro: «Nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hasta esas alturas, está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un Papa sudamericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo: llegó la hora de América del Sur.»

3 Marx, K., Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. http://www.marxists.org

4 Ver Foucault, M., «Nietzsche, la Genealogía, la Historia», en Microfísica del poder, trad. J. Varela y Fernando Alvarez-Uría, Madrid, La Piqueta, 1992, pp. 7-31. También Bensaïd, D., «Una nueva escritura de la historia», Marx intempestivo (Grandezas y miserias de una aventura crítica), trad. Agustín del Moral Tejeda, Buenos Aires, Ediciones Herramienta, 2003, pp. 29-71.

5 Ver el dossier «Los intelectuales y el poder» en Dialéktica, n° 3/4, octubre de 1993; también sus repercusiones en el número siguiente, 4/5, setiembre de 1994. Todo este material fue reeditado en forma de ficha, la cual puede bajarse de http://www.revistadialektica.com.ar, o bien adquirirse en soporte de papel en los lugares de distribución que figuran en la sección Agenda y actividades. También contactándose a dialéktica@gmail.com

7 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra (Un libro para todos y para nadie), trad. Andrés Sánchez Pascual, Buenos Aires, Alianza, 2007, p. 44.

La hipótesis autonomista

La hipótesis autonomista

Posibilidad de un imposible, imposibilidad de un posible

Colectivo de trabajo de dialéktica

(número 27, otoño 2016)

El texto que reproducimos a continuación es el desgrabado de la conversación que tuvimos durante unas horas entre algunxs de los integrantes de la Revista, con el objetivo de reflexionar en torno del dossier del número anterior y del intercambio que lo tuvo como pre-texto en su presentación pública y abierta. El título de aquel dossier coincide con el de este número, así como las preguntas disparadoras que enviamos a los distintos colectivos militantes para que elaboraran su contribución: «¿Qué hacemos? Elementos para una (auto)crítica de la izquierda autónoma». Es decir, ambos números pueden pensarse como un díptico.

En algún sentido, estas reflexiones conservan un carácter marcadamente abierto, fragmentario, inconcluso, propio de su origen en la oralidad, que contrastan con las características esperables para su forma actual escrita. Estas características, junto con los puntos de partida compartidos que funcionan como condición de posibilidad de todo diálogo, son un indicador –lo notamos ahora- del estado actual de las reflexiones del colectivo de trabajo sobre las problemáticas en cuestión.

PF: Como saben, yo no pude estar en las reuniones en que se decidió que este nuevo número volviera a tener como tema del Dossier, al igual que el número anterior, «(Auto)crítica de la izquierda autónoma»… ¿Cómo se decidió continuar con esta segunda parte? ¿Cuál fue el balance que se hizo para continuar la misma temática?

EDR: Por un lado, habían quedado algunas contribuciones sin publicar del número pasado, porque habían llegado tarde o, si bien querían mandarnos algo, no habían tenido tiempo suficiente. Al mismo tiempo, se nos ocurrieron nuevos colectivos a los que convocar… Desde ese lado, podía estar bueno armar un nuevo Dossier. Por otro lado, desde una perspectiva más política, me parece que seguíamos viendo, después de la presentación y del primer Dossier, el problema de cierto desconocimiento mutuo entre colectivos que, quizás, tienen principios afines. En ese punto el nuevo número podía seguir siendo un espacio de convergencia posible, aunque sea desde la producción teórica, de esas experiencias… No sé si estoy inventando demasiado…

JR: Queríamos hacer de dialéktica el órgano de difusión de la izquierda autónoma. Pero esa izquierda no existe. Nosotros tenemos la experiencia, desde la revistas1, también desde el Nodo2 y nuestras intervenciones en diferentes espacios, y creo que lo que hacemos ahí se adecua bastante a lo que podemos entender como autonomía de clase3, para seguir dando precisiones conceptuales… Creo que nuestras prácticas se encuadran bajo el concepto de autonomía de clase. De esas determinaciones que tienen nuestras prácticas y nuestro marco teórico, hay distinciones con lo que dicen y hacen varios de los que participaron en el dossier. Para mí no hay identidad entre, por un lado, sostener la contradicción capital/trabajo como el motor de la sociedad en la que vivimos y contra la que peleamos y, por otro, optar por una organización partidaria. Para nosotros es una obviedad, no es compatible, por cómo entendemos capitalismo. No es algo que nacimos sabiendo. Hasta la propia experiencia que tuvimos en el Nodo: llevó un tiempo empezar a tomarlo como un desafío, hacer una inteligencia colectiva de intervención en el ámbito sindical, por ejemplo. Recuerdo que cuando empecé a participar en el Nodo, ya estaba medio con ATE tardé meses y tal vez un par de años en mandar un informe para contar que eso era relevante. En ese momento era más pertinente, por la dinámica que tenía el Nodo en ese momento, la experiencia de Revocables4…, lo que se hacía en las cursadas, Epistemología5, lo que pasaba en Socio [Ciencias Sociales UBA], lo que fue el 2010 en las Facultades de la UBA, las tomas… Había todo un contexto que, por el propio derrotero, hacía que algunas cosas no aparecieran. Y yo no sentía la necesidad de que apareciera –seguramente había algunas limitaciones personales–, si bien había otrxs compañerxs también militando en ATE, pero también había una idiosincrasia colectiva que empujaba para en el sentido que se venía transitando.

A la hora de afinar el concepto, creo que es más preciso hablar de autonomía de clase y qué características tendría: si tiene que ver con esa centralidad que tiene la contradicción capital/trabajo, con la autonomía de la mano de la autogestión y de una organización por la negativa anti-partidaria, anti-vertical y asumiendo todos los problemas que conlleva la horizontalidad como una construcción, teniendo en cuenta que esa horizontalidad no reniega tampoco de la centralización, sino que la busca. Quizá hay algo que entraría en tensión con la izquierda autónoma a secas y es que, tal vez, no entendemos lo mismo por «capitalismo». Y eso se vería reflejado en nuestras prácticas y en las contribuciones del número pasado [n° 26, primavera 2014]. Hoy recordaba que el primer boceto de documento que hicimos como presentación del Nodo era muy esquemático: «las prácticas capitalistas», «nuestras prácticas anticapitalistas»… Ese fue el primer borrador. El segundo ya estaba un poco más matizado, asumía que estamos en el baile, se quitaba cierto purismo del «somos anticapitalistas por propia voluntad» y hacía que la práctica se mostrara un poco más compleja. Tal vez ahí tengamos un punto de tensión con la noción de «izquierda autónoma», que tal vez ni siquiera exista como tal, pero me parece un buen punto para empezar.

PM: A mí me parece que la operación contraria sí funciona. La asimilación de la contradicción capital/trabajo, como centralidad, no está bajo ningún concepto plegada. Y aparece más bien disociada de las prácticas horizontales y anti-jerárquicas. La verdad es que cuando uno ve el panorama de los que piensan más centralmente en esa contradicción capital/trabajo como el norte de su acción política, nota que consideran que el partido es «la» forma de organización política. Y los otros, quizás, no tienen la misma perspectiva de qué es el capitalismo, pero aparecen interesados en ensayar fórmulas a distancia del Estado, horizontalistas, en esquivar la forma-partido. Nosotros estamos ahí como en el medio de ese problema, reunimos dos características que no aparecen reunidas sino que, por lo general, aparecen disociadas.

MR: Y que se podrían esquematizar en esas dos tradiciones de lectura del marxismo que nos ha legado el movimiento proletario, de crítica al sistema capitalista en general, que son: enfatizar la ética o enfatizar la ciencia. Cuando se enfatiza la ética, se enfatiza el lado libertario y las formas de organización que habiliten un sujeto aquí y ahora emancipado. Y, del otro lado, el lado de la ciencia, aparece una axiomática que pone el énfasis en cómo hay que hacer las cosas, una receta para el análisis de la realidad con determinadas características, que deriva en una manera de organizarte, con la centralidad del Estado y con las característica que tiene la forma-partido en relación a esa centralidad. Y es un asunto: ahí corremos el riesgo de una deriva teoricista. Es un asunto: ¿hay en la crítica al sistema capitalista, en tanto ciencia, una faz ética?, ¿hay que destruir al sistema porque su carácter de explotación se explica científicamente o porque la explotación es una mierda y no importa si te lo puedo demostrar o no científicamente?, ¿hay una ciencia proletaria distinta de la ciencia burguesa? Todas ess discusiones están ahí. Junto a este problema está el de si se puede hacer ciencia con la apariencia; porque, en general, los colectivos autonomistas que conocemos tienen una concepción del capitalismo que para nosotros es superficial, fetichista, no va a la raíz de la cosa o no capta la lógica del sistema, la lógica de la acumulación, la teoría del valor, etc. Ahí tenemos un posicionamiento filosófico acerca de lo que aparece y de lo que es, acerca de su distinción o indistinción. Toda la crítica autonomista del dinero, por ejemplo, que el dinero es caca, digamos, resulta primitiva en términos de economía política, es la discusión con Proudhon que a Marx le permite pensar más allá de sí mismo, más allá de lo que había elaborado hasta ese momento acerca del dinero cómo relación social.

EDR: Desde mi perspectiva, el último dossier y la presentación de la revista corroboran, o le dan actualidad, al planteo que hacíamos en la «Introducción al dossier» [ver nota 3] y que, cuando lo escribíamos el año pasado, me generaba dudas, por momentos, respecto de si eso que estábamos escribiendo era tan así, hasta qué punto no sonaba apriorístico, hasta qué punto no simplificábamos cuando caracterizábamos la «autonomía a secas» y sus diferencias con la «autonomía de clase», junto a los problemas que de esa distinción se derivan. Por un lado, creo que se corroboró en gran medida lo que planteábamos ahí. Por otro, estaba pensando: ¿surgió algo nuevo a partir del dossier y de la presentación? ¿Algo que ponga en tensión esa caracterización?

En lo personal, creo que surgió con más fuerza el problema de la relación entre teoría y práctica. Creo que surge con fuerza ese problema, por ejemplo, con respecto a «de qué hablamos cuando hablamos de capitalismo» y qué prácticas anticapitalistas se derivan de eso. Hay todo un problema, ahí, de representación sobre las prácticas, que después se traduce en las prácticas mismas y en la posibilidad de dialogar, en la posibilidad de elaborar un lenguaje común, conceptos comunes, porque noto que las mismas palabras terminan significando, aun dentro de un mismo campo político potencial, cosas muy diferentes. Creo que en la presentación del número 26 surgió bastante este problema. Hubo muchos malentendidos. Y más fuertes de lo que imaginaba respecto de algunos términos.

Por otro lado, para ampliar un poco los problemas propios de las formas de organización que buscan la «autonomía» o la «horizontalidad», creo que tenemos muy pensados los problemas en general de las formas de organización que criticamos, del verticalismo, pero no tenemos tan pensados los problemas que derivan de nuestra forma de organización, en sentido amplio, de la «autonomía» en plural. En ese punto, algo que veo como problema es que en las formas verticales está muy aceptada la militancia individual, en el sentido de «yo individualmente participo de tal partido», y, o bien el partido me dice cómo tengo que militar, me da actividades militantes, me dice «andá a hacer esto», o bien sólo por estar en el marco del partido sé lo qué tengo que ir a decir en mi trabajo, en donde estudio o donde sea. Me da la sensación de que las formas de organización del «autonomismo», bajo la lógica de empezar desde abajo hacia arriba como principio de construcción, la variable individual queda más débil en el sentido de que, en general, no se visualiza la posibilidad de co-organizar militancias individuales, que es más bien lo que intentamos hacer en el Nodo, sino que se piensan las formas de articulación, de convergencia, de centralización –pongamos el nombre que fuere–, con otras experiencias militantes, desde la instancia de base de la que se participa. Es desde esa activación en que se buscan formas de articulación superior. Lo cual trae otra gama de problemas respecto de la posibilidad de que un colectivo se ponga de acuerdo en convergencias con otro. Son otros tiempos. Y más si a eso lo cruzamos con la demanda de resolver temas «urgentes» que tiene cada espacio (bachillerato popular, lugar de trabajo, etc.) y que, en general, hace que lo otro –la coordinación– quede relegado. Es decir, hay que resolver primero lo de la activación en sí para que funcione y, en todo caso, desde esos problemas inmediatos surgen las articulaciones, también con algún objetivo inmediato, más que desde una caracterización más amplia, de mediano-largo plazo, para ver cómo se co-organiza, cómo se centraliza y con quiénes. Creo que ahí también hay un problema, que no sé si estoy pudiendo formular bien. Muchas veces decimos «los partidos, las formas verticales, saben cómo centralizar y estamos en desacuerdo con cómo lo hacen». Pero, ¿cómo centralizamos nosotros? Por un lado, dentro del campo «autónomo», están quienes directamente no quieren centralizar, porque lo ven como algo negativo en tanto reproducción de la forma estatal. Pero, por otro, en quienes no parten de esta premisa, me parece que surge este otro problema: «queremos centralizar, pero ¿cómo? Bueno, centralizamos desde la activación de base». Creo que ahí hay un problema respecto de lo que implica la co-organización en este tipo de experiencias.

MR: Hay algo que tal vez sea común tanto a la forma-partido, a la subjetividad típica de la izquierda orgánica, como a la subjetividad de eso que estamos llamando «izquierda autónoma», en relación a activar en el propio laburo donde uno está. En general, la izquierda orgánica va a activar a los laburos de otros, sea proletarizándose, sea repartiendo volantes en la puerta de la fábrica. Mientras que la izquierda autónoma tiene actividades mucho más vinculadas a su cotidianeidad, pero no justamente ahí donde vende su fuerza de trabajo. Hay cierta exterioridad común, en ese sentido, respecto de la clase. Y quizá tenga que ver con su propia concepción de lo que es la clase. Compañeros docentes universitarios que son explícitamente de izquierda y que apoyan al FIT y jamás han ido a una asamblea del gremio en su vida. Y esa no es una situación anómala, sino que es bastante común: «frente de izquierda y de los trabajadores», donde el «y» separa más de lo que reúne. Ahí está el problema de no pensarse como productor social, como si no hubiera algo que hacer en el propio lugar de trabajo (y todo propio lugar cotidiano). Ni hablar, en el caso universitario, de la división por claustros, la forma cátedra, el voto calificado… Ni hablar de ese tipo de relaciones, que son relaciones cotidianas que la izquierda autónoma sí suele trabajar en sus actividades, desde el punto de vista de la crítica a las jerarquías y privilegios, pero a la vez no toma el problema del trabajo o del salario desde la centralidad estratégica que objetivamente tiene para activar.

EDR: Habría que ver qué está implícito ahí. Si lo que está implícito es que las organizaciones sindicales están tan burocratizadas que no hay nada que hacer allí, si lo que está implícito es el que trabajo ya no es más el estructurador de la vida social, o qué. Es una punta de ovillo para tironear: qué implícitos conceptuales hacen que lo sindical, en la izquierda autónoma, en sentido amplio, no sea una instancia de participación política, o al menos una instancia tan activa como para la izquierda partidaria. También pensando en lo que nos pasa muchas veces a nosotros que, cuando intentamos activar ahí, tenemos cierto éxito, entre comillas, en instancias de base, y mucha dificultad en dar un paso más porque, ahí sí, en el espacio más superestructural, dejamos de estar en contacto con nuestros compañeros de trabajo, con los que se puede construir algo desde una lógica distinta, para empezar a estar en las lógicas donde predominantemente los que ponen las reglas de juego son otros.

PM: La izquierda partidaria disputa lo sindical, sin mucho problema, pues ya tiene el guión escrito. Me parece que lo que pasa en estos espacios, que llamamos de izquierda autónoma, es que no hay ningún guión escrito. Lo que recorre todas estas intervenciones, todo lo que hacemos, es cierta sorpresa frente a cada cosa. Y eso es rarísimo. Porque, si bien es cierto que, genéricamente, se puede decir que desde el inicio de la historia del movimiento obrero ciertos problemas ya están planteados, lo cierto es que en la territorialización específicamente argentina eso no es así: no hay tradiciones que vinculen lo que se hace ahora con lo que se hacía antes, entonces cada uno en su lugar de activación trata de inventar algo. Que la sorpresa sea lo que más aparece como emoción o caracterización en los colectivos que entrevistamos es algo curioso: «Oh, descubrí la delegación». «Oh, intenté esquivar las jerarquías y no pude». «Oh, quiero alterar la forma cátedra y es difícil». Esa sorpresa se corresponde con la orfandad total de experiencias previas, no se sabe qué hacer, siempre se está dudando. Me parece que eso que pasa, nos pasa, en los terrenos que más trajinamos. Y en lo sindical aparece exactamente la misma sorpresa. La izquierda partidaria sabe qué hacer, sabe cómo trabajar en un sindicato y, finalmente, no hace nada distinto a lo que hacen los otros. En las universidades es muy claro, en los centros de estudiantes, pero en los sindicatos también. En cambio, nosotros cargamos esa sorpresa en todo espacio que abordamos porque no estamos inscriptos en algo previo que nos permita pensar esas situaciones. Para la mayor parte de la izquierda autónoma, eso anterior es el 2001. Pero los que venimos desde antes del 2001 tampoco teníamos referencias en experiencias previas; quizá teníamos algún texto europeo pero sin mayores precisiones. No se sabía bien qué hacer, no teníamos una tradición que nos organizara sino cierto rechazo a lo que ya conocíamos.

Ahí hay un problema que es difícil de pensar: cómo inscribirse en alguna tradición previa. Y otro problema: cómo producir actos de igualad en una sociedad desigual, cómo producir horizontalidad en una situación vertical. Que nos estemos preguntando eso, habla de una ausencia de posibilidades para inscribirnos en tradiciones anteriores. No es malo pero es así. Y, para mí, no lo resuelve pensar que esto está planteado desde el inicio del movimiento obrero, porque eso no es lo que pasa acá. Tal vez los anarquistas, no estoy muy seguro, pensaban cosas parecidas, en algún punto, a lo que le adjudicamos a eso que por hipótesis llamamos izquierda autónoma. Pero los anarquistas también tenían un guión para intervenir sindicalmente, cosa que fue borrada por el peronismo: fue borrado todo rastro de tradición de lucha anti-estatal. Hoy es sentido común la centralidad del Estado como determinante. En cambio, incluso el zapatismo en México tiene inscripto en sí mismo la continuidad: es neo-zapatismo. Y el zapatismo originario, los teóricos que rodeaban a Zapata, eran los hermanos Flores Magón, que eran anarquistas, y entonces ellos sí pueden reconocerse en algo que se había hecho antes y que tenía conexiones con el ideario anarquista. En ese sentido, tal vez es raro que no haya revivido la FORA [Federación Obrera Regional Argentina], que supo tener ascendente en el movimiento obrero.

NB: Pensaba en dos cositas. Una es la que plantea FA en su mail6, acerca de estas discusiones que no se actualizan, que no aparecen, que se soslayan, que suponen otras posibilidades. La otra es que quizás sea nuestra gracia actualizarlas. Yo no estuve cuando se pensó hacer el cuestionario que se envió a los colectivos para participar del dossier anterior7, no participé de esa búsqueda de la revista y de cómo empezaron las preguntas críticas a cierta forma de organizarse. La pregunta es: ¿qué hacemos nosotros? Y frente a esto también hay un punto, en el que quizás parezca autobombo frente a este mundo catastrófico pero, bueno, ¿qué hacemos?, ¿un documento? Yo empecé a pensarlo al revés: cuántos nos sentamos a desgrabarnos, a pensar respuestas a las preguntas, y cuán poco hubo de documento hecho entre las colaboraciones que recibimos. Eso fue lo que hicimos. Podríamos haber hecho sólo un documento que dijera «pensamos que la izquierda autónoma es esto», o «autonomía de clase es esto otro» u otra cosa por el estilo. Pero no. Abrimos una serie de preguntas –que funcionaba como simple orientación, ya que no era obligatorio responder a esas preguntas– y dejamos que lo que se reivindicara como izquierda autónoma hablara. Y nuestras relaciones ahí son las que podamos tener. Venía pensando y no sé acerca de cómo surgió hacer las preguntas de la convocatoria, pero aparece en ella la idea de que quizás la izquierda autónoma tiene más desarrollado el problema de «¿cómo nos relacionamos?», «¿cómo construimos?». Me parecía interesante. Y estas contribuciones nos permitieron pensar cuáles son los problemas comunes. Tenemos un espacio de problemas comunes y de elaboraciones comunes. Más allá de la desolación y de ciertas prácticas que a mí me parecen necesarias, eso es lo que fuimos encontrando al busca: una serie de problemas comunes que encontramos en todas las intervenciones.

PM: Es interesante pensar una cosa que decís y que es verdad. Convocamos a organizaciones a pensar y no nos responden con textos o manifiestos, que es lo que indicaría cierto grado, paradójicamente, de madurez. Sino que recurrimos a los métodos más históricos, que son la encuesta obrera, la auto-pregunta, y todo con sensación de punteo, todo provisorio, todo «a charlar». Eso estaría indicando que no hay un cuerpo teórico definido sino que estamos auto-investigando un campo al que pertenecemos y que parece emerger de la nada.

NB: Pero lo estamos haciendo acá, en este momento. Porque cuando lo decías pensaba en la intervención del Nodo en el número anterior: ahí hay conceptos súper afilados y es lo que estamos haciendo acá también.

MR: «Sombra inasible de la izquierda autónoma, voy a evocarte…»

PF: ¿Sirve pensar a partir del intento de centro o de medio, que supone el Nodo, a esta polarización? Creo que me sirve pensar el esquema a partir de algo que es central, que está puntualizado en el mail de FA, y que es la ausencia de la centralidad de la contradicción entre capital y trabajo en las prácticas de la izquierda autónoma. El lugar desde el que se parte, para que este problema aparezca o no, delimita un itinerario y unas posibilidades. Y en este punto creo que el Nodo tiende a recomponer algo, o intenta hacerlo. Las prácticas de la izquierda autónoma y su organización emergen a partir de experiencias puntuales, de malestares específicos. La organización aparece como intento de superar el malestar individual, coordinar algo y producir respuestas con cierto inmediatismo, con una marcada apelación al voluntarismo y sin esa trascendencia que logra instituir algo. Me parece que no se busca esa trascendencia, que no es un objetivo en esas prácticas y organizaciones. Tampoco veo una inscripción clara en alguna tradición, sino más bien un conjunto de trayectorias individuales que confluyen en algo. Y, del otro lado, las trayectorias que trazan las organizaciones que parten de la búsqueda de trascendencia, de pensarse en un proyecto o en una dimensión temporal mucho más amplia, y en donde la práctica concreta y específica vendría a ser subsidiaria de algo superior y no lo central, son trayectorias que contribuyen a un fin que está allá lejos, en la tierra prometida. En este sentido, me parece que esa presencia, inscripta en el militante de la orga, ese horizonte casi cristiano que funciona como promesa de redención, cambia la centralidad de los problemas. En cambio, en eso que llamamos izquierda autónoma, la centralidad suele estar en los problemas internos del grupo, a menudo se pone todo ahí, como que todo se juega en ese grupo y, eventualmente, puede salir de esa interioridad, de esa endogamia, a partir del desarrollo de una activación que impone la necesidad de coordinar con otros, o de pensar nuevos problemas que no aparecían al principio entre los objetivos.

Pienso que, quizás, el Nodo intenta recomponer eso: pensar una forma de instituirse, tratar de salvar la distancia que hay entre esas prácticas inmediatas y el pensar la inscripción en una dimensión temporal perdurable. Problemas que exceden lo grupal y la coyuntura particular, que se terminan tragando a los grupos de militancia de la izquierda autónoma. No sé si sirve pensarlo como un lugar intermedio, o cuál es la singularidad que distingue las prácticas que podemos realizar desde el Nodo, de aportar al problema de la centralización, ¿no?

EDR: Un problema sería pensar este trascendentalismo, tratando de pensar lo que decía PF. El trascendentalismo que hace que ese más allá, ya sea el partido, la sociedad futura o lo que se ponga como meta externa, religiosa, sea la forma de hacer política. Ya sabemos que eso anula al sujeto y al presente, a lo que el sujeto está haciendo en su vida. Lo que no tenemos tan pensado es el polo opuesto, el inmanentismo cerrado sobre sí y los problemas que se derivan de eso. Por un lado, si bien «el todo está en cada parte», no está en cada parte de la misma manera y al mismo tiempo. Si, por un lado, la sociedad capitalista, desde ya, permea desde adentro cada práctica que hacemos, eso no significa que los problemas del capitalismo en su conjunto se resuelvan por completo, resolviéndolos en mi práctica concreta militante inmediata. Porque ahí estaría otro inconveniente, este cerrarse sobre la práctica propia y desentenderse de todos los otros aspectos de la vida subjetiva y colectiva.

JR: A mí también, en algún momento de la lectura del dossier, me vino ese arquetipo del militante de la izquierda autónoma «a todo o nada», inmediatista, muy fervoroso. Pero después me di cuenta de que había un montón de espacios y de personas que hace muchos años que militan. Y lo que aparece como dato es esa continuidad, una cierta perseverancia, o acaso pertinacia, que puede situarse entre el «cabezadurismo» y la dimensión ontológica que impulsa la reacción frente a la explotación. Después, me hacía pensar lo que EDR comentaba: cómo aparece la individualidad en los partidos, en las estructuras verticales. Y cómo aparece en un sentido fuerte, porque tienen tareas concretas y delimitadas –por más que obedezcan a otros–, y no hay demasiada duda acerca de cómo resolver eso. Todo lo cual va de la mano con cierta religiosidad, una eternidad, la patria, etc. Por ejemplo, Racing. ¿Qué es Racing? ¿Los hinchas? ¿Los jugadores? No, Racing está más allá de todo eso, más allá de todos nosotros. Es muy flashero pensar eso en la popular y, al revés, en nuestros espacios más horizontales: lo que intentamos, lo que practicamos, con lo ambiguo que puede ser reclamarse o tratar de inscribirse en una tradición y, al mismo tiempo, considerar una práctica política con otros problemas, con un carácter más experimental, sin pensar que hay algo que vamos a recoger al final del camino, ya sea nosotros, o nuestros hijos, o a los hijos de nuestros hijos, o a lo que venga. A mí me hace acordar mucho a cómo está trabajado, en El Anti-Edipo, el instinto de muerte. Me recuerda eso de «instituciones que no superan los cuerpos que las encarnan».

Menciono lo de El Anti-Edipo porque vamos detectando el problema de la formación, ya sea para recoger una tradición, ya sea para preguntarnos «¿cómo funciona el capitalismo?» Bueno, leamos El Capital. «¿Por qué deseamos el capitalismo?» Bueno, leamos El Anti-Edipo. Como hemos hecho y seguimos haciendo, ya sea para recuperar cosas que hay, ya sea para poder teorizar nuevos problemas, generar teorías a partir de los propios problemas que se aparecen en estas nuevas condiciones, en estas prácticas. Tal vez en algún momento haya que apelar a cosas que ya se han escrito. Pero también hay que encarar la producción propia, y así poder estirar los límites conceptuales. O sea, no se le puede pedir todo a El Capital, de Marx, y no queremos. No hay una Biblia y en buena hora que no la hay. Pensaba en el problema de la autoformación, que nosotros también lo hemos tenido. ¿Y cómo lo transitamos? Casi todos participamos en un montón de talleres de lectura y no es como en otras organizaciones. Uno podría pensar que, por más que históricamente no sea así, pero conceptualmente se podría pensar que muchos de los que participamos en el Nodo tomamos esas prácticas más como propias que la media de los participantes y, generalmente, los que somos del Nodo, cuando hacemos un grupo de estudio, no se trata de que el Nodo haga su propio grupo de formación, como pueden hacer otras organizaciones, que hacen el curso de formación y a partir de allí sos militante. Nosotros no hacemos eso, sino que nos decimos: «a este problema no lo entendemos, entonces hagamos un grupo de estudios». Y convocamos a cualquiera que pueda venir. Es una manera que tenemos de transitar este problema. Y no es que lo tenemos saldado.

Pienso también en los boletines que se hicieron desde el Nodo en la comisión de problemáticas educativas, de problemáticas gremiales, buscando expresar los problemas generales en la situación puntual. Pero no es tan sencillo. Porque, en la comisión de gremiales, para poder atacar el problema de cómo organizarse en el sindicato, necesitamos hacer el rodeo hasta para auto-explicarnos a nosotros cómo funciona la sociedad y, a partir de ahí, construir una noción de militancia, de organización política, de por qué es pertinente sindicalizarse, por qué es importante históricamente y cotidianamente estar organizado en un sindicato. Ese sí es un buen elemento para pensar la apatía que hay en cualquier militante de la izquierda autónoma con respecto a esas instituciones burocratizadas. Porque el sindicato parece mucho un Estado, en algún sentido tiene rasgos verticales y autoritarios un tanto peores. De hecho, a nosotros nos cuesta bastante no sólo dar ese paso superestructural donde hay crecientes grados de heteronomía, sino también organizarnos en los propios espacios de base. Cuando no sos el delegado que puede generar las pautas, ocurre que te encontrás con otros militante y realmente friccionás y chocás y cuesta un montón avanzar. Pienso en Adultos 2000 o en Jóvenes Científicos Precarizados, donde hay compañerxs del Nodo remando en una cáscara de nuez sobre dulce de leche repostero. Yo, en tanto delegado en ejercicio, no tengo a nadie que, cuando llego con una propuesta, quiera que la Junta de Deportes vaya para otro lado. Entonces no se me aparecen límites excepto hasta donde me dé la inventiva y la voluntad.

En suma, pensaba que a estos principios organizativos que nos venimos dando, en relación a la centralidad teórica y práctica que puede tener la relación capital/trabajo, le sienta más cómodo el concepto de «autonomía de clase». La tarea de hacer confluir la autonomía y la autogestión, el problema de la afectividad, que ha empezado a ser un problema también, el objeto del deseo que hay ahí, las relaciones interpersonales que constituyen eso, o aquellas instituciones que no exceden las encarnaciones colectivas, son problemas de la autonomía de clase. Y si el Nodo trabaja en ese sentido desde hace cinco o seis años, tendríamos que hacer una evaluación, sin que eso le violente los principios. No es que la práctica te refuta los principios políticos organizativos. Podés perder sin que esto refute la apuesta política que hacés.

EDR: Pensaba, con lo que decía JR, que ya alguna vez lo charlamos, en estos problemas casi simétricos. En las bases, muchas veces nos encontramos con la delegación de hecho, que para nosotros es un problema. Uno termina muchas veces decidiendo por otros, porque los otros no quieren decidir. «Que decidan los que fueron a esa asamblea, los que fueron a esa reunión»… Y terminan siendo siempre los mismos que terminan decidiendo por otros, y sus decisiones, en general, son bien recibidas por los que no van. Muchas veces nos encontramos con que nuestros compañeros nos dicen: «Che, qué bueno lo que hicieron». Por lo general no presentan oposición a las decisiones que tomamos, y terminan siendo consumidores de política, consumidores de decisiones: consumen lo que produce otro. Y cuando somos los que producimos estas decisiones, queremos producir con otros, pero los otros no van. Por otro lado, nos encontramos el problema simétrico cuando vamos a una instancia más superestructural: queremos participar de las decisiones, pero el otro quiere que consumamos las decisiones que ya resolvieron. No quiere que nos asumamos como productores. Entonces el problema simétrico consiste en que, de una parte, no tenemos con quiénes porque los otros no quieren decidir; y, de otra parte, no tenemos con quiénes porque los otros no quieren que decidamos. Esta imposibilidad de reconocernos y de que nos reconozcan como productores estaría, en última instancia, manifestado de dos maneras distintas. Y creo que ahí, sin duda, estos problemas que nos encontramos en nuestras militancias se vinculan con cómo funciona la sociedad en su conjunto, la sociedad capitalista.

MR: En ese punto, la mayor aspiración que podríamos esperar de la izquierda autónoma es la del «derecho» a producir.

PM: El derecho, claro, una vez más.

JR: Eso es otra cosa que venimos charlando, ¿no? Más si pensamos en la izquierda autónoma, porque aparece en casi todos los artículos: el problema de la delegación de hecho. Y una cosa es la delegación de hecho en un espacio como la escuela (estoy pensando en lo que reflexionan Ceci y Juan en su artículo del número pasado8), y otra cosa es la delegación de hecho que sucede en espacios como la Olla Troilo y Corrientes, donde vos de movida vas a hacerte cargo y, sin embargo, aparece también la falta de ganas. Eso también nos pasa, aparece en un montón de formas esa apatía.

[Silencio prolongado y sostenido.]

EDR: Bueno, ¿votamos las mociones? Podríamos leer el punteíto que hicimos la vez pasada pensando en la charla de hoy. Por ahí repasarlo nos ayuda a ver si hay algo más para decir.

PF: Delegación de hecho y Apatía en la participación. Cómo producir igualdad en una sociedad desigual. Cómo producir horizontalidad en instituciones verticales. Dificultad para establecer tradiciones e inscribirse en una historia. El problema de la transmisión de la experiencia. Marcos conceptuales. Reflexión sobre la propia practica y sus vínculos con el problema anterior. El problema de la autoformación. Significación del 2001. Centralización. Izquierda autónomas: ¿reflujo o crecimiento desarticulado? Dato: la permanencia de algunos grupos. Autonomía vs. Heteronomía: grados y alcances en el capitalismo. Ámbitos de militancia: ¿hay alguno privilegiados? El lugar de la activación en los trabajos asalariados.

MR: Sobre cómo producir igualdad en una sociedad desigual, por ahí estoy muy permeado por la experiencia en La Colectiva Radio y en la RNMA [Red Nacional de Medios Alternativos], pero tengo la sensación de que se piensa en términos estatales, en términos de derecho a la igualdad, es decir, en conseguir igualdad de derechos. Ante la pregunta «¿cómo producir igualdad en una sociedad desigual?», no se piensa, al menos no de entrada, en términos de igualdad real inmediata sino en términos de igualdad formal mediada por el Estado. Y esto es una limitación. Con todo este affaire de Antena Negra TV, la consigna de la RNMA era «La comunicación es un derecho». Entonces, al interior de La Colectiva, mencioné que tal vez teníamos que pensar qué teorías del Estado están implicadas en nuestras propias políticas, porque decir que la comunicación es un derecho es hacer que la comunicación dependa del Estado. Una compañera me respondió que esa era una concepción que tiene el kirchnerismo, que cree que la comunicación es una dádiva y no una conquista. Ella seguía en el plano que yo estaba tratando justamente de abolir para la discusión, que era el plano de la discusión sobre derechos. Hay también limitaciones teóricas que, en algún momento, le imponen límites a la práctica como ocurrió, por ejemplo, después en las negociaciones con la AFTIC [Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones]. Pero ahí hay un asunto para señalar: cuando nosotros pensamos cómo producir igualdad en una sociedad desigual, estamos pensando el problema en un terreno que es totalmente desconocido, en general, para la izquierda autónoma: el terreno de la igualdad real. Ahí volvemos, nuevamente, al problema de la relación capital/trabajo.

PM: El otro día vos citabas a Rafael Barrett, el anarquista, que decía «el derecho es el permiso de las bayonetas». Y está Marx con la crítica que hace en Sobre la cuestión judía. Pero me parece que también sucede esto: el marxismo que permanece como cuerpo teórico está secuestrado en las organizaciones partidarias y la lectura que han hecho no es la que nosotros privilegiamos. Ellos no son críticos de los derechos. Y los anarquistas, que lo podrían hacer, en principio, tampoco están presentes más que en personajes literarios como Barrett, o en algunos textos de Sociales. Cargamos con esa dificultad. Como el marxismo permanece secuestrado en las organizaciones partidarias, entonces los autónomos desconfían del marxismo. Y la lectura del marxismo que nosotros podemos hacer, que ilumina aspectos más de autonomía, no tiene audiencia (en gran medida porque el marxismo queda atrapado en quienes realmente lo reivindican como bandera, continuamente, en sus intervenciones). Algo similar ocurre en Europa, también.

MR: El libro de La Ciega… es ilustrativo al respecto, no sólo por los artículos que están escritos estrictamente por los abogados, sino especialmente por el prólogo que firma la organización La Brecha y que arranca reconociendo los avances que hubo con este gobierno en el plano de los derechos. Es decir, parte del plano donde se puede pensar en términos de avance pero ¿de avance hacia dónde? Esa pregunta no está, lo que está implícito en general cuando se habla de «hay avances», «hay progreso», es que vamos hacia la libertad, no sé, hacia algún lado parecido, no está cuestionado radicalmente el plano de los derechos y seguramente sea porque se identifica al socialismo con la estatalización de la vida. Se asume el iusnaturalismo como si fuese la verdad revelada.

EDR: Sigue sin resolverse el problema de la Primera Internacional…

JR: Ahí era el pasaje por el Estado.

EDR: Te conozco MR o, mejor dicho, sé más o menos cómo pensás. Pero si te escuchara sin saber, sin conocer de vos, lo que podría ver en lo que decís es un riesgo que, así como fue planteado –en el que diste cosas por supuesto porque estamos entre «nosotros»–, consiste en lo siguiente: si se quiere hacer una crítica radical a los derechos, ¿entonces para qué la militancia sindical? Cómo manejar esa complejidad entre lo necesario y lo suficiente. Es necesario pero no es el techo, los derechos que se puedan conquistar no agotan el problema que nos toca.

MR: También podrías preguntar por qué tengo el DNI en la mochila. Es la misma lógica, si uno va hasta allá, es una mierda todo, el Estado es una mierda, ¿por qué tenés el DNI? Entonces aparece la mala conciencia cristiana: soy una contradicción con patas, cómo puede ser, está todo mal con el derecho, ¿por qué tengo que usar el DNI? Y sin embargo lo tengo en la billetera. Ahí viene la parte penosa de tener que explicar, con buena onda, lo obvio.

EDR: Lo que ahora es obvio para nosotros, para mí no lo era tanto hace algunos años.

MR: De acuerdo.

PM: Igual, también es parte de la tradición de lo que se resignificó como marxismo después, porque pensar en términos de derechos y no de libertades, por decirlo de algún modo, libertades democráticas, es coherente con pensar en términos de explotado y no de productor, hay toda una tradición capturada. El costado de resistencia, el costado afirmativo de la producción, no está en el relato predominante. La forma de identificarse de los partidos, partido «de los trabajadores», «de izquierda y los trabajadores», expresa ese no pensarnos como productores que acá viene circulando.

EDR: Claro, pero ahí podríamos retomar lo que, creo, decía JR la vez pasada: que en el campo amplio de la izquierda autónoma se produjo un desmarque de esta identificación negativa, con los «explotados», y no con los «productores», a través de la reivindicación, por ejemplo, de la alegría. Pienso en el MOCASE y la mística. Hay toda una vertiente de los movimientos sociales o de la «nueva nueva» izquierda que trabaja con una construcción de la subjetividad no atada a la explotación, a las penurias, a la miseria, sino que recupera este otro aspecto, más creativo, productivo, que muchas veces va de la mano con abandonar la identificación con el trabajador explotado, con el trabajo asalariado.

PM: Pero no hay lectura interior de la acción sindical. No se piensa jamás en términos de que lo importante para construir sindicalmente –y esto es algo que también está en la tradición autónoma– es pensarse como productores, como reapropiadores de la riqueza, y no como meros vendedores de fuerza de trabajo que especula con el valor de su fuerza. Los anarquistas hicieron sindicatos distintos. De vuelta, la tradición ahí aparece cortada, como si no se pudiera pensar al respecto. La izquierda gana una interna con un programa absolutamente reformista, que tiene el salario como único horizonte y que no va más allá y, a la vez, es protagonista en la recuperación de empresas. Donnelly, por ejemplo. Hay un montón de empresas recuperadas y, en seguida, lo que hacen es hacerlas funcionar como cooperativas, entonces aquéllo que tenía de interesante se pierde. Porque, en función de atrapar audiencias más amplias, se trabaja sólo con lo salarial. Y ya no hablo de la izquierda autónoma sino de lo que se puede hacer dentro de un sindicato. Y como el horizonte de la reapropiación de la riqueza, de pensarnos como productores, no está presente, sólo se piensa la reapropiación de la riqueza cuando se van los patrones. Y por un rato, hasta que viene el Estado, hace la cooperativa y nos quedamos contentos. Yo sé que esto ni suena como experiencia, pero hubo experiencias de trabajar sindicalmente y con el horizonte de asumirse como productores. Lo cual no es incoherente con lo que se está diciendo acá, claramente los autónomos lo piensan como la alegría y rechazan el trabajo, pero el concepto de rechazo al trabajo, por lo menos en su origen, en los años ´70, no consistía en irse al campo sino en recuperar la riqueza, en no pagar los alquileres, en apropiarse de todo lo que se pudiera para el trabajo… Vogliamo tutto, «queremos todo», decían los italianos. Todo eso no está, no existe como intervención.

JR: Pienso en [Silvia] Federici, ya que su planteo es el de la reapropiación y no es un simple juego semántico: sí peleo, me organizo sindicalmente, pido aumento de salario y pido que me pasen a planta permanente y, al mismo tiempo, digo que es una mierda, que tendríamos que ir más allá de eso y que no es menor cómo nos organizamos para pelear por ese ir más allá: es tan importante cómo nos organizamos para pelar como los fines, los objetivos de la pelea. Después, si no te da la fuerza, es otra cosa; si no te acompaña nadie, bueno… Quien termina cerrando a nivel de la Ciudad es SUTECBA, no la junta interna de Deportes de ATE, que es donde yo milito. Existen determinaciones más generales, por supuesto. Yo me reconocía en lo que dijo EDR hace un ratito: pocos años atrás, no salía con fritas entre «nosotros» lo que ahora sí. Y es verdad que se vive con esa culpa: «Che, loco, estoy en contra del Estado y tengo que ir a votar porque, si no voy, me van a poner una multa». Se vive. Así como se vive también esto otro: «Che, yo que soy productor podría reproducir toda mi vida y hoy fui a comprar algo a la esquina». Hay todo un lamento, no lo digo peyorativamente, sino con toda la carga histórica necesaria que esto tiene.

Nos pasó mucho leyendo, en el grupo Fundamentos del Pensamiento Contemporáneo, que, cuando queríamos trabajar la cuestión del deseo y la política, aparecía rápidamente la efectividad de los afectos a nivel de grandes masas. Leíamos a Rozitchner y era «papá, mamá, yo» y, rápidamente, «Perón, Eva, descamisados» o «Néstor, Cristina, pueblo». Esa lectura de Freud cuajaba muy rápidamente. Poder pensar ya no la afectividad y la política en las figuras de la servidumbre sino en figuras de la busca de libertad es algo que no está muy trabajado y eso se vuelve una condición para atravesar, en la práctica, ciertos obstáculos. Desde 2001 hacia acá, desde los movimientos sociales, las organizaciones de base más de izquierda, de izquierda autónoma, no partidaria, se recupera para sí el elemento de las pasiones alegres para hacer política, pero en el momento en que aparecen las pasiones tristes cuesta un montón trabajarlas políticamente. Percibí eso: gente que se va, que deja de militar, que se va a militar a un lugar donde nadie te hincha las pelotas. Es como en un teórico de la Facultad: vos como estudiante vas, te sentás, no importa si leíste, si el tipo va a hablar tres o cuatro horas de corrido… No importa. En cambio, si vas a una materia colectiva, ahí no es lo mismo si yo leo o no leo, te pone en otro lugar. Análogamente, me parece encontrar esa diferencia. Es algo que tenemos que seguir pensando, en algunos grupos lo seguimos rumiando, qué onda con esto. Y transitarlo en la práctica tampoco es sencillo, porque si alguien te empieza a caer mal no es sencillo explicitarlo. Somos compañeros de militancia acá, no venimos a ser amigos, y cuando aparece un tipo de malestar que tienen que ver con lo afectivo, ese malestar, en un punto, juega. Y juega fuertemente.

MR: Wilhelm Reich decía que el PC debía cambiar las consignas de sublevación obrera en las fábricas porque no se trataba de tomar la fábrica, o de arrancársela a la burguesía, o de ocuparla, sino de que los obreros asumieran, efectiva y afectivamente, que la fábrica era producida por ellos en tanto clase social. Reich se alarmaba porque era muy común que los obreros sintieran cierta culpa al estar «tomando» algo que no les pertenecía: tomaban la fábrica y por ahí arriesgaban la vida en ese acto, pero sentían la posesión como algo ajeno, entonces se volvía una medida de fuerza momentánea porque en el fondo sentían que en algún momento la tenían que devolver. Y acá retomo lo que decía PM: al final, la fábrica vuelve a las manos de un burgués particular o del Estado, que es el burgués colectivo.

PM: No está esa propaganda más básica de «todo lo que sucede en este trabajo lo hacemos nosotros, los patrones son unos parásitos», eso se perdió… ¿Por qué no pensarlo así? Se vuelve más importante la lucha salarial y eso no deja espacio para pensar otra cosa.

MR: Cuando no es cinismo puro y llano, como pasa en mi propio laburo, donde tengo compañeras y compañeros que entienden perfectamente esto pero adoptan la postura del «no me rompas las bolas».

EDR: Asocio todo esto –si bien lo rondamos, no dijimos algo muy concreto– con el 2001. En esta relación entre teoría y práctica, hace unos minutos PM decía que no hay tradición autónoma de referencia y mencionaba a los italianos. Parece ahora que hasta se perdió la referencia al autonomismo del 2001. Y eso que, hasta no hace mucho, algo había de estas referencias a la horizontalidad, el asambleísmo, el tomar los problemas en las propias manos… Acá veo un problema en torno a cómo ciertas tácticas no se traducen inmediatamente –y, a veces, ni mediatamente– conceptualizaciones, en teoría. Se puede hacer algo, se puede participar de algo, dejarse atravesar el cuerpo en una experiencia colectiva de autoorganización, resistencia y aun creación del alternativas pero eso no da mecánicamente una convicción consciente de querer hacer eso que se está haciendo. Y, cuando esa convicción aparece, ni siquiera parece haber garantía de que esa práctica signifique lo mismo para todos los que la sostienen. Estamos ahora, catorce años después, viendo que todas esas prácticas y experiencias quedaron muy reducidas y que muchos de los que participaron en esa secuencia política hicieron giros teórico-prácticos muy profundos en sentido contrario a la autonomía, la horizontalidad y el autonomismo.

JR: Al inicio de esta conversación, EDR nos llevaba a preguntarnos sobre la centralidad del trabajo en la sociedad actual. Una respuesta rápida, ortodoxa, es que habrá cada vez más trabajadores asalariados en el mundo. Otra, pensaba –justo estamos terminando de leer El capital en mi grupo–, toda la última sección de El capital está dedicada, para decirlo al modo de El Anti-Edipo, al «movimiento objetivo aparente»: por qué un trabajador cree que está tomando prestada un rato la fábrica, por qué el comerciante dice «lo compré a 50, lo vendo a 52, me llevo 2 pesos» y por qué eso aparece como que, en el fondo, es una teoría de los costos, o sea, que el precio de la mercancía se compone de la suma del salario, la ganancia y la renta (cuando aparece el tipo que tiene la tierra). El chabón se enfoca largamente –el chabón es Marx– en por qué eso aparece así, como fenómeno, sobre la superficie del mercado, y en que el problema es que la economía teórica pretende que eso sea la esencia de la cosa, cuando en verdad es su apariencia. Pensaba en el orden de lo fenoménico, donde nos movemos inevitablemente, en cuántas de estas cosas hacen que uno se sienta alejado del sindicato, que se sienta que toma prestado, «estoy acá un ratito y después me voy», y en cómo, a su vez, en ese orden, aparecen roles empresariales con un evidente carácter organizativo del proceso de trabajo. Se me disparaba ese elemento del movimiento objetivo aparente que constituye la conciencia, sin duda, y que cuesta un montón desentrañar para pensarlo.

Villa Urquiza (CABA),

25 de julio de 2015.

1 Algunxs integrantes de dialéktica integramos también los colectivos de trabajo de las revistas Eskalera Caracol (eskaleracaracol.blogspot.com.ar) y Amartillazos (revistaamartillazos.wordpress.com).

3 Ver la introducción al dossier del número anterior, «¿Qué hacemos? Cuestión de perspectivas, perspectivas en cuestión», dialéktica n° 26, año xxiii, primavera 2014, pp. 14-27. Disponible en http://www.revistadialektica.com.ar

6Dicho mail, del 6 de septiembre de 2015, decía lo siguiente: «Si de lo que se trata es de balancear y de repasar el número anterior y su presentación, pero sobre todo y fundamentalmente de seguir dándole precisión conceptual a eso que en el número 26 se rubricó como “izquierda autónoma”, me parece que gran parte de la presentación/discusión con los colectivos que escribieron en el número, giró en torno a la existencia misma del campo “autónomo/autonomista”, y su delimitación como tendencia política… Creo que dialéktica lo viene trabajado prácticamente desde los comienzos, pero pareciera que hace falta seguir afinando el lápiz en ese sentido, de seguir ganando rigor conceptual en la delimitación de la tendencia que afirmamos. La discusión en torno a cómo llamar al campo político en el que intervenimos, si bien en un aspecto carece de importancia, en otro parece ser muestra de que es necesario seguir buscando algo un poco más conceptual. En lo personal, términos como “autonomismo” o “izquierda autónoma” tienen la desventaja de haber quedado demasiado asociados a una coyuntura particular en nuestro país. Como que huelen demasiado a última década, o 2001 para acá. Y quizás por una cuestión generacional (por mi edad no viví concientemente el 2001, menos aún lo experimenté en un sentido militante), eso que en 2001 reavivó como “autonomismo”, estuvo presente desde prácticamente la fundación del movimiento comunista. Quizás sí como tradición soslayada, muchas veces ninguneada por algunas ortodoxias, pero el corrimiento en la organización del modo tradicional, clásica, que se suele entender de partido asociado al leninismo, data desde la fundación del comunismo. En ese sentido, decía, izquierda autónoma queda quizá muy anclado a última década, y me parece que no encarna, no contiene la encarnadura de algo importante en términos de discusión teórica, que es que estamos en contra de la apropiación del marxismo en varias direcciones (desde las más deterministas hasta las que afirman que el marxismo es una tendencia más entre otras). Yo creo que uno puede no adherir a la concepción más clásica de partido sin que eso termine por significar un desplazamiento de la contradicción capital-trabajo, sin que ese desplazamiento termine por perder de vista esto último. En algún punto, el trabajo que se viene haciendo en los últimos números creo que apunta en esa dirección: afirmar por la positiva, hacer positivo nuestro posicionamiento teórico-político. Pero a su vez me parece que eso no termina de tomar la fuerza necesaria para que opere como delimitador político. En ese sentido lo que sí parece estar operando como delimitador con mayor énfasis que el posicionamiento teórico, son las prácticas mismas. Me parece que hay un énfasis excesivo en las prácticas militantes. Pareciera que hay un no equilibrio entre la discusión teórico-conceptual y lo que suele afirmarse como práctica militante. Y me parece que son las dos cosas al mismo tiempo, hay que hacer el esfuerzo de seguir en la interpretación militante, de prácticas, pero al mismo tiempo considerar un poco más el marco teórico. Si no, si la interpretación militante no está guiada por un entendimiento abarcador, aparecen limitaciones objetivas, impuestas…».

8 «Desplazarnos de la inercia política situada en la delegación», en dialéktica, edición citada, pp. 34-41.

Revista dialéktica – Todos los números

Compartimos a continuación links a cada uno de los números de la revista (formato PDF), para descargar y/o leer en línea:

NÚMERO 1 – JUNIO DE 1992 / Editorial: Notas sobre una posible definición de dialéctica. / Dossier: Sobre Violencia

NÚMERO 2 – OCTUBRE DE 1992 / Editorial. Dossier: Las prácticas científicas y sus condicionamiento sociales.

NÚMERO 3/4 – OCTUBRE DE 1993 / Editorial. Dossier: Los intelectuales y el poder.

NÚMERO 5/6 – SETIEMBRE DE 1994 / Editorial. Dossier: Los intelectuales y el poder/II

NÚMERO 7 – SETIEMBRE DE 1995 / Editorial. Dossier: Figuras de la dominación de clase en la Argentina

NÚMERO 8 – OCTUBRE DE 1996 / Editorial.  Dossier: Neoliberalismo: la ofensiva del capital y el poder del trabajo

NÚMERO 9 – OCTUBRE DE 1997 / Editorial. Dossier: La reconversión capitalista en la Universidad, la Educación y la Investigación científica y tecnológica

NÚMERO 10 – JULIO DE 1998 / Editorial. En torno a Marx, Engels y algunas efemérides / Dossier: Dedicado a Milcíades Peña

NÚMERO 11 – NOVIEMBRE DE 1999 / Editorial: A diez años de…. Dossier: 100 Años de Ciencias Sociales en Argentina

NÚMERO 12- PRIMAVERA 2000 / Editorial. Dossier latinoamericano

NÚMERO 13- INVIERNO 2001 / Editorial. Dossier: Movimientos campesinos: un debate actual y necesario

NÚMERO 14- PRIMAVERA 2002 / Editorial: Palabras introductorias. 

 NÚMERO 15- PRIMAVERA 2003 / Diez años de Dialéktica: La Saga continúa Editorial. Dossier: I- Representación, la proyección política de la guerra

 NÚMERO 16 – PRIMAVERA DE 2004 / Editorial: De cazadores de utopías, destinos trágicos e intelectuales orgánicos. Dossier I: Universidad: una mirada sobre las condiciones de (re)producción de la mirada. Dossier II: Filosofía y política en el imaginario de la Modernidad

 NÚMERO 17 – PRIMAVERA DE 2005 / Editorial: Claro y distinto, distinto y confuso, confuso y oscuro. Dossier: Louis Althusser. El problema de la organización en la política, el problema de la política en la organización

NÚMERO 18 – INVIERNO DE 2006 / Editorial: Es el capitalismo, estúpidos. Dossier: Postales de Babel. Reflexiones acerca del lenguaje

NÚMERO 19 – PRIMAVERA DE 2007 / Editorial: Octubre de 1917- Junio de 1918. Más capitalismo y más reformismo. Notas para una editorial. Dossier: Derivas políticas de la investigación universitaria

NÚMERO 20 – PRIMAVERA DE 2008 / Editorial: La insoportable binariedad del ser (capitalistas). Dossier: C. Castoriadis: actualidad de una problemática, problemática de una actualidad.

NÚMERO 21 – PRIMAVERA DE 2009 / Editorial: Minima editorialis. Dossier: Populismo(s): crítica del concepto y sus derivas

NÚMERO 22 – PRIMAVERA DE 2010 / Editorial: Minima editorialis otra vez. Dossier: Derechos Humanos: ¿Emancipación política o emancipación humana?

NÚMERO 23 – PRIMAVERA 2011 / Editorial: Las cuñas de Hefesto (O «Es la producción y la reproducción,“cumpas”…»). Dossier: Diez años del 19 y 20 de diciembre de 2001: democracia, autoorganización, autogestión

NÚMERO 24 – PRIMAVERA 2012 / Editorial: Capital: ese brillante objeto del deseo (O ¿por qué estamos tan a gusto con la explotación… propia y ajena?). 20 años de Dialéktica: La saga continúa… Dossier: Por qué, cómo y para qué nos auto-organizamos en y contra el capitalismo

NÚMERO 25 – OTOÑO 2013 / Editorial: Para todos y para nadie. Hacia una crítica de la subjetividad militante. Dossier: Política, subjetividad, deseo, autoconciencia.

NÚMERO 26 – PRIMAVERA 2014 / Editorial: Continuidad de las partes. (De algunos condicionamientos subjetivos y objetivos de la militancia anticapitalista actual). Dossier: ¿Qué hacemos? –  – Elementos para una (auto)crítica de la izquierda autónoma.

NÚMERO 27 – OTOÑO 2016 / Editorial: Caute – De la acción y la pasión políticas. Dossier: ¿Qué hacemos? – Elementos para una (auto)crítica de la izquierda autónoma. Segunda entrega

NÚMERO 28 – INVIERNO 2017 / Editorial: El canto de la moneda – Representación política y equivalente general. 25 años de dialéktica: la saga continúa… Dossier: A 150 años de El capital, de Karl Marx.

 

Para continuar contribuyendo modestamente desde esta revista con la autoformación militante, nos proponemos publicar en una nueva sección disponible en la web de dialéktica, textos que nos resultan fundamentales para la reflexión en torno del problema de la auto-organización de lxs trabajadorxs, pero que, quizás y desde nuestra perspectiva, no tienen en la actualidad la circulación y análisis que ameritan. Socializamos, de manera independiente de que logramos hacer efectivo en los futuros números nuestro anhelo, el listado de textos que tenemos la voluntad de publicar:

1. Documentos de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT – Primera Internacional):

a. Estatutos Generales de la AIT (Escrito entre el 21 y el 27 de octubre de 1864. El texto definitivo fue publicado en Londres en forma de folleto en 1871.)

b. La Guerra Civil en Francia (1871 – en particular, el apartado III).

c. Las pretendidas escisiones de la Internacional (1872).

2. Karl Marx, “Las tesis sobre Feuerbach”, “Crítica al Programa de Gotha”.

3. Anton Pannekoek, Los consejos obreros.

4. Anton Pannekoek / Cornelius Castoriadis/Claude Lefort, Correspondencias y polémicas. (Fuente: Dossier «La organización de la autonomía. Un debate de Socialisme ou Barbarie», Revista Políticas de la memoria n° 8/9, verano 2008/9.)

5. André Gorz, “Ni tradeunionistas ni bolche viques”.

6. Jean Paul Sartre / Il Manifesto, “Masa, espontaneidad, partido”.

7. Cornelius Castoriadis, “Proletariado y organización” (I y II) (Fuente:Castoriadis, C. (1979). La Experiencia del movimiento obrero: Proletariado y organización. Tusquets.)

8. Rossana Rossanda, “De Marx a Marx:Clase y Partido”.

9. Jo Freeman, “La tiranía de la falta de estructuras”. (Fuente: «Módulo 5. Sujeto político» de Escuela de formación política feminista: Asociación feminista La Cuerda, Asociación de Mujeres de Petén – Ixqik, Alianza Política Sector de Mujeres, 2010.)

10. Di Carlo, “El partido revolucionario en Lenin”.

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